APELLIDOS CACERENSES-BERROCAL
APELLIDOS ILUSTRES DE LA VILLA CACERENSE
XIV
Berrocal.
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.
Teresa Berrocal, Mujer alegre y de talente generoso, de vida un pelín relajada y trajinadora en la vida política local, de baja estatura y de regular carnes era doña teresa, pero muy graciosa y decidora, siempre vestida de rapón, como las artesanas acomodadas de su tiempo, que fue a últimos del segundo tercio del siglo XIX, y que sus relaciones eróticas y sociales era muy numerosas entre todas las clases sociales, fue vendiendo vino, donde ella junto a su marido, juntaron un capital numeroso, con el que construyeron el barrio de casas denominado de la Berrocala, junto a la ermita de Santa Gertrudis, contaba además con numerosa vacada de su propiedad, en ñps cercanos campos de Santa Ana, de la que solían salir reses, para surtir el coso cacerense cuando habia novilladas.
Los Muñoas, el Marques del Reino y demás prohombres liberales de la villa, contaban con ella siempre que habia elecciones de diputados, y no eran pocos los votos que proporcionaba.
El pueblo, muy dado a la chanza y poner motes y sacar coplillas, tomaron a doña Teresa, por ejemplo, y las musas la hizo objeto de las chanzas, que se cantaban a voz en grito por las calles:
A la Berrocala
La ha cogido el toro
Y metido el cuerno
Por el as de oro
A la Berrocala
La volvió a coger
Y metido el cuerno
Por allí otra vez.
Y así las cosas, la generosidad y despilfarros de doña Teresa de Berrocal, dieron el resulto que por otra parte era de esperar, las ganancias de la tabla y la taberna, no bastaron a satisfacer gravámenes electorales, caminos profesionales y exigencias de majos, el capital fue menguando de día en día, hasta que la en otros tiempos festejada hembra, murió en la pobreza y tullida.
Buisán
Oriunda de Orihuela, esta familia dio mucho juego en el campo social de la villa cacerense, y se vino a Extremadura con el motivo de haber sido nombrado el jefe de familia, alcalde Mayor de una villa de Badajoz, y por lo que nos cuenta el cronista, no sería malo administrando justicia, pero como patriarca de su hogar, como esposo, y como padre lo hizo horriblemente mal.
Seria en 1823, cuando Buisán y su familia se establecieron en la villa de Cáceres, pero él, preso en la cárcel de la Audiencia cacerense, acusado de un presunto delito de incesto, cometido sobre su hija mayor Maria de los Dolores.
El escandalo que se formo en la villa, fue descomunal, no se hablaba de otra cosa más que de las Buisanas, que eran cuatro hermanas, por lo menos, Dolores, Margarita, Paca y Marieta, guapas ellas y gentiles, sobre todo la mayor, la que cometió incesto presuntamente, de la que hablaban las gentes que la conocieron, no haber conocido mujer que la igualase, y por lo que cuentan debían ser mucho sus artes seductoras, cuando el Escribano que intervenía en el proceso, don Antonio Borrego Rincón, a pesar de los detalles que iba recogiendo de tan abominable suceso, se enamoro tan perdidamente de ella , que la hizo su esposa.
Moraban todos en la casa de los Ovando, en la plazuela del Aire, hoy calle de Obras Pías de Roco, donde se ubica el recogimiento de las Siervas de Maria, y según cuenta, aquello más que una casa que vive en el temor de dios, aquello parecía sucursal del templo de Afrodita, a ella concurrían a diario gente bullanguera y licenciosa de la villa cacerense, en sus amplios salones no habia distinción de clases, veladas divertidas y las cien peripecias de aquellas tertulias, eran luego la comidilla con más sabor de las demás.
Las mujeres de la casa, cambian constantemente de amantes, tanto como de camisa, y de tanto trasiego, resulto lo que se veía venir, y no fue otra cosa que niños para la inclusa. En una ocasión cuando la llamada Marieta, se sintió en camino de ser madre, se lio la gran trifulca, no sabia quien era el autor de tal embarazo, y era cuestión de averiguarlo para pedirle la obligada reparación.
Pregunta Marieta, respondió
-Urquía.
Joven abogado hijo del Tesorero de Hacienda, y asiduo contertulio de la casa.
-Urquía, negó su participación en los hechos.
Entonces la chica señalo al autor a un tal Pepe Bataller, mozo de buena planta y desbravado de caballos, y que corriendo el tiempo lo seria de los caballos de la casa real, este tambien negó, cualquier conocimiento intimo con la embarazada.
Ya por último Marieta señalo, como padre de la nonata criatura, al Marques de Matilla, otro de los entretenidos concurrentes a los saraos que continuamente se celebraban en la casa, quien tampoco quiso declarase culpable del bombo de la muchacha.
Pero el Señor Marques de Matilla, que no debía de tener la conciencia muy tranquila con respecto al embarazo de la bella Marieta, y del que todos rechazaban, crecieron en el los escrúpulos, y para a callarlos y sentirse a bien consigo mismo, se citó con Bataller y le dijo:
-Usted, que con el asunto que nos trae entre manos, debe sentir sobre su conciencia lo mismo que yo, , y es preciso que se decida a dar su nombre a lo que venga.
-Quien ¿yo?
-Si, porque negarlo, todos sabemos lo ocurrido, y como usted, puede ser tan padre de la criatura como yo, va usted a confesar su paternidad, y yo le asigno mientras vivan usted y lo que nazca, una pensión de treinta reales diarios.
Batallar, sin pensarlo siquiera, dio rechazo a la componenda que le proponía el aristócrata, y prefirió a seguir picando caballos, que a ir corneando por las calles.
Y sucedió que llegado su tiempo nació la criatura, fue una niña, y a la que la familia de la madre, envió a criar a Monroy, distante de la villa cacerense, en siete leguas y media, donde fue prohijada por un matrimonio de aquel pueblo.
Resulto, con el transcurso de los años, que aquella niña, ya convertida en mujer, ser muy espiritual, de gran inteligencia y de mucha elegancia, que casó con un empleado de Obras Públicas, figuró mucho en los ambientes cacerenses, y tambien dio mucho que decir.
(Fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento y Familias)
Agustin Díaz