XXXVIII CAPITULO-BREVE HISTORIA DE CÁCERES-OFICIOS-MERCADOS-FERIAS(II)

                           BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                 XXXVIII CAPITULO SIGLO XIII

Oficios, Mercados y Ferias (II) 

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

En el capitulo anterior, hablamos de distintas profesiones del Cáceres del siglo XIII, carpinteros, Sastres, Caleros, Curtidores, hoy vamos a continuar con los alguno más, estos oficios, aunque modestos dieron a la villa cacereño la solución de continuidad, dando vida a la villa.

Los zapateros cobraban, como en casi todos los oficios, según tarifas impuestas por el Concejo, cuatro dineros por echar suelas a los zapatos, multándose con un Maravedí si en vez de colocar material nuevo, volvían a colocar el material viejo puesta del otro lado. Oficio de gran valor e importancia era el de herrero, artesanos privilegiados por su relación con la agricultura, estaba exento de pecha ( tributos) y facenda, fonsado (tributo para el gasto de guerra) y apellido, pero a disposición de tener siempre dispuestas treinta rejas para uso de los vecinos, si el herrero estaba establecido en las aldeas , bastaban quince rejas para poder gozar de la exención, en la fragua se fabricaba además rejas nuevas  para venderlas a los labradores pudientes, o que no quisieren utilizar las del común, con un coste cada reja de un cuarto de Maravedí, el aguce se pagaba a un dinero y calzar la reja, con puntas nuevas, se hacía por tres dineros, esta operación debía  de hacerse por riguroso turno de llegada a la fragua, aparte los herreros fabrican también segures, azadones, azuelas, escoplos, todas estas herramientas las nombra el Fuero.

También era obligación del herrero, fabricar herraduras y los clavos para colocarlas, estas herraduras debían de adaptarse al modelo del Concejo, los herradores podían rechazar las mal fabricadas o defectuosas que el herrero estaba obligado a reponer, si una herradura resultaba rota antes de los nueve días, era obligado su reposición sin más costos, el herrado cobra por errar un caballo veinte dineros y por diez el asno, siendo que al caballo se hierra las cuatro remos y al asno solo las patas.

En cada casa debía de existir un telar junto a la rueca y el huso, también había talleres artesanos que hilaban la lana, el lino, el cáñamo y la sarga, para confeccionar telas, estando prohibido hilar borra para tejer con ella sayal, la vara de sayal se tejía a dos dineros y a cuatro la de lienzo, 

A lo largo de la Rivera del Marco, estaban establecidos las tejeras y los alfares (taller donde se fabrica con barro cocido), las tejas y ladrillos se hacían con al arreglo al marco de molde del Concejo, se pagaban unas y otras un Maravedí el millar, las vasijas se tasan, el cántaro y las ollas, el primero de una capacidad de una coladra, seis dineros y el de menor capacidad tres dineros, las ollas normales son de un cuarto de coladra y costaban cuatro dineros y dos las de medio cuarto.

Había en Cáceres, tres hornos de cocer pan, uno, el principal, que estaba adosado en la rinconada de la torre árabe, albarrana que de ahí tomo el nombre, la del Horno, otro frente a la puerta de Mérida, en la calle del Horno, el tercero estaba carca de la puerta de Coria, era este el denominado hornillo, ubicado en la calle del mismo nombre y paradójicamente el más grande de los tres. Eran propiedad estos hornos del Municipio, que como herencia del régimen señorial tenía el monopolio de la cochura del pan, monopolio que se arrendaba a los horneros, cada hornada había de ser de treinta piezas por lo menos y se cocían por orden riguroso, entregándose los panes bien cocido a juicio de tres mujeres, las panaderas ganaban al cuarto, un pan de cada cuatro, procurando que estuviesen en buenas condiciones, si una persona prestaba a otra un pan de panadera, estaba obligado a devolverlo al termino de tres días.

El molino o aceña, fue otro de los oficios monopolizados, se movían los molinos con agua de la Ribera, posiblemente antes de ser encauzada la Ribera del Marco, por los Reyes Católicos, eran pocos, él molinero estaba excusado también como el herrero, del pago de tributos, siendo preciso para esto que no fuere heredado, (que no tuviera otros bienes raíces) estaban rigurosamente establecido los turnos de molienda, castigándose severamente alterar el orden de los turnos, sobre todo si se hacían con sobornos. También se cita entre los facultativos al sangrador, cobraba dos dineros por cada sangría, o por cada ventosa.

La iglesia de Santa María, comenzó a construirse en el borde de una gran esplanada que enfrentaba la puerta occidental de la muralla, (arco de la estrella) esta esplanada terminaba por el norte en el declive descendiente que partiendo de la Torre del Aire (calle obras pías de Roco) Angulo Noroeste del muro, terminaba en el valle y por el Sur por el declive ascendente hasta donde se encontraba el Alcázar, Ante Santa María se extendía una amplia plataforma, en la que, al ser la villa cacerense reconquistada no había otra edificación que La torre redonda del palacio de Carvajal o Casa Quemada, atalaya que vigilaba el descenso de la parte Oriental hacia la Ribera del Marco, en este inmenso espacio se instaló en los primeros tiempos el mercado público o azogue, que tenia lugar a diario con carácter local y urbano, para cubrir las necesidades cotidianas de abastecimiento doméstico, también con carácter urbano se celebraba otro mercado semanal, al que acudían con sus productos para la venta gentes de las aldeas.

Todas las mercancías eran de obligatorio su venta en el mercado, salvo el vino, que podía venderse en las tabernas, y los productos almacenados en el Afoli (lugar destinado a guardar grano) que se expendían en este mismo almacén, en concentrar todo en un mismo lugar facilitaba las transacciones y la vigilancia de tasas, de las que estaban encargados los alcaldes, los vendedores de miel, hortalizas, aceite, manteca, pan, leña, sal, grano, madera, cueros y telas, alineaban sus tenderetes entre la Puerta del Coria, o del Socorro, y el ábside de Santa María, formando una calle que al ser delimitada por construcciones andando en la historia cacerense, se siguió llamando calle Tiendas, a la derecha de la iglesia, los carniceros y vendedores de pescado del rio, pescado reciente, y el resto de la explanada era ocupado por vendedores de yerba y animales vivos.

Para hacerse mejor idea, de lo que ocupaba el mercado, hay que imaginarse una inmensa explanada en lo que hoy es Plaza de Santa María, sin edificaciones de ningún tipo, ni el Palacio del Obispo, ni el de Mayoralgo, ni el de Hernando de Ovando, ni el de Carvajal, ni la torre de Espaderos, ni el Palacio de los Toledo-Moctezuma.

(fuente Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)

Agustin DiaZ