XXVI CAPITULO-TRAS LA RECONQUISTA-REPOBLACIÓN DE LA VILLA CACERENSE 

                         XXVII LA REPOBLACION

                   CONFIRMACION DE FERNANDO III

Crónica desde la calle Cuba de mi llopis Ivorra

Cáceres en el momento de su reconquista, no era más que una cerca amurallada, una fortaleza que se convierte en villa, , el reducto recién rescatado del poder musulmán, centraba un inmenso erial, tierras incultas, despobladas, que asolaron guerras constantes, desde los primeros decenios del siglo XI, nos don Antonio Floriano Cumbreño

Alfonso IX de León, erige aquí una villa libre, franca, unida inseparablemente a la corana de León, una villa de realengo al estilo leones, bajo el concejo, bajo el gobierno inmediato de un concejo, autónomo por Si y sobre Si , y sin sumisión a otro señorío, ni reconociendo más autoridad , si no la que dimane de la potestad soberano del rey, con esto pretendía el monarca, crear bajo su domino inmediato un núcleo de resistencia, y un punto que pudieran contrarrestar una posible reacción musulmana , y al propio tiempo colonizar una tierra abandonada, desde hacía mil años . Tierra que nadie se había cuidado de defender, simplemente porque no había nada que defender y nada que merecería la pena defender.

El primero de estos  objetivos resulto inútil, ya en el primer lustro que siguió a la reconquista Cáceres perdió como consecuencia de la unión de las dos coronas, la Castellana y la Leonesa, después por el dominio absoluto en toda la vertiente septentrional del Guadiana, y por ultimo a causa de ritmo acelerado que se imprimió al avance cristiano, que con la conquista de Córdoba en 1.236, situó las fronteras cacerenses a más de doscientos kilómetros del enemigo, en estas fechas ya nada tenía que atacar, ni nada que defender la Villa de Cáceres, tenía que ir descubriendo y explotando sus riquezas naturales, mediante un trabajo continuado y enérgico, y para que lo consiguiera, el monarca que la fundó como villa, acudió a cubrir las necesidades más inmediatas, la repoblación .

Pero, para repoblar Cáceres y su territorio no era empresa baladí, era una tarea más que ardua que quizás su reconquista, el suelo muy pobre, no prometía nada, las aguas escasas, y había que andar descuajando con el fin de preparar la llanura para el cultivo y despejar de arboleda poniéndola en condiciones de dar rendimiento, por el Norte pizarrales, al sur el Calerizo estaba metido prácticamente en las puertas de la villa, todo era selva, por entonces casi impenetrable, de la sierra al Este se extendía la estepa arcillosa, terroso, arenosa, y al Oeste surgía los berrocales y el arenal , se necesitaba un enorme esfuerzo para convertir todo aquello en un lugar habitable, este panorama era el que se blindaba a los pobladores, cuando todavía el moro corría por los campos de Trujillo, Santa Cruz, Montánchez, Mérida y Badajoz, y lo que acaso fuera peor  para el porvenir  de la villa cacerense, los enemigos de las Ordenes Militares , que casi por todas partes rodeaban el territorio, entre las cuales la de Alcántara, había avanzado ya, en cuña hacia el Sur del Tajo, mientras que la de Santiago vigilaba la conquista por el Este, dispuestas a reclamar como sus patrimonios todo cuanto con su ayuda , más o menos eficaz, cayese en poder de cristianos, como lo hizo al ser recuperado Cáceres.

 

Y así, con esta incierta perspectiva, nadie se atrevía a poblar, la nobleza estaba descartada en virtud de las disposiciones del fuero,  que no  permitía propiedades señoriales  en el término, los soldados de las huestes conquistadoras, si no rehusaron de plano, aplazaron el poblamiento al término de la campaña de reconquista, estos preferían ver primero que había de  tras de las sierras, ver primero las posibilidades de las Vegas del Guadiana, de la Serena, de tierra de Barros, que el moro ya tenía en cultivo, y en la que a simple vista se adivinaba algo más que en el reseco terruño de retamas y carrascas, que rodeaban la recién ganada posición Cacerense.

Sin embargo, si se podía intentar la repoblación con gente del Norte, pero para ello se precisaba hacer viable el realengo recientemente creado, estableciendo realidades obres bases jurídicas, que fuesen incentivos para la repoblación, dando seguridades de estabilidad a los nuevos habitantes prometiéndoles franquezas y libertades, que compensasen los avatares de una vida fronteriza y le asegurasen a alcanzar con su trabajo, esto es lo primordial que se lleva a cabo en el periodo constitutivo de la villa, a lo largo de veinticinco años que siguieron  a la reconquista .

A este periodo, que se extiende desde el reinado de Alfonso IX hasta ya bien entrado el primer decenio de Alfonso X, es el que se denomina periodo foral de Cáceres, durante el cual se lleva a cabo la tara legislativa, para impulsar progresivamente  el movimiento de la repoblación.

Dos momentos se  distinguen en este tramo legislativo , es el primero el de las leyes fundamentales, durante el cual se promulga la primitiva carta de población, se otorga el fuero Alfonsi, y se refunde y amplía la carta inicial en la confirmación de Fernando III, es el segundo donde las leyes locales se concentran en el llamado fuero de los Ganados.

La actividad repobladora  de este monarca, había tenido un dilatado reflejo jurídico en  la concesión de numerosos fueros a las distintas localidades, unas veces para confirmar lo que ya tenían por concesión de señores o de Reyes, en otras prometiendo nuevos fueros, pero en muy frecuentes caso se limitó a ordenar, la aplicación de ciertos textos a localidades distintas de aquellas, para la que originariamente habían sido dados.

En el primer decenio del siglo XIII , la acción repobladora se extendió a las comarcas occidentales de la antigua Extremadura Leonesa , creando municipios en la parte meridional del reino fronteriza con Portugal, entre otros Castello-Mehor y Castrello-Bom , el fuero de esta última localidad y hacia 1.21es el mismo que   fue concedido por el rey Alfonso IX a Coria.

Alfonso IX, una vez conquistada Cáceres, y promulgada su carta de población y constituido el concejo, se enfrentó con la necesidad de ofrecerle un fuero municipal, imprescindible para completar la población y para consolidar la personalidad jurídica  de la villa, y así en Coria, donde estaba en 16 de Mayo de 1,229, le señaló por fuero el  mismo que le había concedido a la ciudad episcopal,

CONFIRMACION DE FERNANDO III

El incremento de la población durante los diez y siete meses que pervivió  Alfonso IX a la conquista de la villa Cacerense, debió de ser escaso, casi nulo,, la escasez de posibilidades que blindaba el territorio y la peligrosida de toda la tierra fronteriza, pero tal vez hubiera otra causa, quizás más fundamental, , para impedir el poblamiento de una nueva villa dentro del reino de León, tal era la inseguridad política que presentaba en un futuro próximo en los estados cristianos occidentales, Alfonso IX había transigido con el hecho consumado de ver a su hijo, consolidándose y asentándose en el reno de Castilla por renuncia de su madre doña Berenguela , más ni esta, ni Fernando III, estaban dispuestos a consentir que la herencia leonesa fuera a parar a manos de las infantas doña Sancha y doña Dulce, a la que habían jurado fidelidad doce hombres buenos , que representaron el primitivo concejo de la villa de Cáceres, el peligro de una guerra civil era evidente , pero ni con guerra o sin ella, la unión de las dos coronas se realizaba, como ya presentía en los dos últimos años del reinado de Alfonso IX, la duda estaba en si don Fernando respetaría el pacto jurado entre el concejo cacerense y el monarca leones , su padre, no sería quizá el cambio político o cesión propicia que la todo poderosa orden de Santiago, reprodujese sus pretensiones , toda vez que el juramento de fidelidad a las infantas, quedaba virtualmente invalidado por la subida de don Fernando al trono Leones .

(Fuentes antonio Floriano)

Agustín Díaz