XXXI CAPITULO-BREVE HISTORIA DE CÁCERES-LA VILLA CACERENSE 

                        BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                           XXXI CAPITULO SIGLO XIII

La Villa Cacerense

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Habíamos visto en capítulos anteriores, como llegaron los primeros pobladores al inmenso territorio cacerense y como se avecinaban en la villa de Cáceres, una vez obtenido el terrero en heredad, hoy nos adentramos  en la villa.

El fuero Alfonsí, al dirigirse a la población de Cáceres, la llaman la Villa de Cáceres, nuestra Villa o simplemente la Villa, no hay detalles de la distribución o de su estructura urbana, tampoco podrían darla, en primer lugar el Fuero Alfonsí, es como se sabe, un fuero importado literalmente de otras poblaciones , y no puede contener referencias urbanas, en segundo término, porque dentro del recinto amurallado, no debía de haber más edificaciones que el Alcázar, la Mezquita, y algunas torres interiores situadas estratégicamente para las defensas de las puertas, o para acogerse dentro de ellas, en caso de que invadieran el recinto amurallado, Del Alcázar, subsistan restos, el más visible el aljibe, de las torres interiores, muy notable es la del Palacio de Carvajal, en la calle amargura, de origen árabe, posiblemente edificada a raíz del asalto almohade de 1174, en cuanto a la Mezquita, es de suponer que se encontrara donde hoy se ubica Santa María, y que en ella se consagro Cáceres al Cristianismo, (otros cronistas nos cuenta que esta estaba en San Mateo), lo de Santa María, apunta Floriano Cumbreño, por el escaso tiempo que media entre la conquista y el fuero, no teniendo  tiempo material de construir iglesia, y poco más habría. La iglesia de Santa Maria, se nombra tres veces en el fuero, coincidiendo con menciones de iglesias del mismo título, para evidente la intención de consagrarla como primera iglesia de Cáceres, por lo que no parece aventurada el aprovechamiento de un edificio existente.

El recinto amurallado se dividió en distritos, que por coincidencia con la jurisdicción de las parroquias se llamaron collaciones, llegaron a ser cuatro, por ser precisamente cuatro las parroquias que desde los primeros tiempos existieron en la villa cacerense. Conforme empezó a poblarse, empezó la construcción de casas, estas eran propiedad urbana del poblador y el signo de su vecindad, hasta el punto de que un hombre no vecino no podía construirlas, cuando cualquier vecino era declarado traidor al concejo y condenado por indigno a la expulsión de la Villa, se le derribaba la casa, la propiedad urbana como la rural era plena, transmisible y enajenable pero siempre a otro vecino, podía alquilarse una casa a un morador y darla en prenda o ponerla en garantía para el cumplimiento de las obligaciones contraídas por el propietario. El domicilio era Inviolable, figurando entre los primeros derechos del poblador el defendimiento de la casa, el incendio de una morada de poblador, obligaba al que fuera culpable a pagar su valor más una multa  a los Alcaldes, y si se descubría que había sido intencionado, se penaba con horca, solo podían entrar en los hogares los Alcaldes, a prender o embargar, en los casos taxativamente previstos en el fuero, bajo ningún pretexto podía el Concejo autorizar entrada en los domicilios a los oficiales reales , cuando estos para ejecutar alguna orden del Rey, tenían que entrar en el domicilio de algún vecino, lo ponían en conocimiento del Concejo, y eran los Alcaldes de la Villa, los encargados del cumplimiento del mandato real.

Empezó a edificarse, en la parte más alta de la Villa, junto al alcázar, la barriada entorno ala Casa de los Caballos y el actual Barrio de San Antonio es el asentamiento urbano más primitivo, después el tramo de la Cuesta de Aldana, desde la calle Olmo hasta Santa María, las calles se ajustaban a la estructura del suelo, sin plan ni concierto, hasta mediados el siglo XVI, no estuvieron empedradas, en ellas se abrían regateras para que corriera el agua de lluvias y de los tejados, de cuya vigilancia y estado, estaba a cargo de los Alcaldes, que por otra parte no debían ser muy avisados en cuanto a limpieza, estaba prohibido formar estercoleros en las calles, y arrojar en ellas cosas que produjeses mal olor ( can muerto, puerco muerto, o moro, o bestia muerta) para lo cual estaba habilitados los muradales, emplazados fuera de la población, separado diez estadales ( 30 metros) del foso o de la muralla, o de la última casa de los arrabales.

Los arrabales en principio fueron solamente dos, el de los moros, al Noroeste de la Villa que empezaba por la ahora calle Moreras, ( corrupción de Morelia), y continuaba por la antigua calle Moros, hoy General Margallo, y  la judería se asentó ente la puerta occidental, llamada después puerta nueva, hoy Arco de la Estrella, donde los judíos alinearon sus tiendas, iniciando así, lo que seria con el tiempo la Plaza Mayor ( la judería primitiva solo ocupó el ala izquierda de la muralla, entre la torre de Bujaco y la calle que hoy se llama  Arco de España , lo que actualmente ocupa el portal de la Cebada hoy Portal del Reloj) a partir del siglo XIII y XIV, cuando tiene lugar la emigración nobiliaria, esta desplazo a los pecheros (los que estaban obligados a pagar impuestos Al rey) y estado llano del interior del recinto amurallado y se crearon varios arrabales más, en los que se agruparon por gremios.

Las plazas, en realidad solo debía de existir una, la de Santa María, donde se reunía el concejo, un poco más tarde fueron surgiendo delante o rodeando las iglesias parroquiales, las demás ,las que tradicionalmente nombramos como plazuelas, la de Santiago primero, ante la puerta de Coria, la llamada del Socorro, la de San Juan en el camino o  la corredera, que así se llamo hasta bien mediado el siglo XX, la cual enlazaba la Puerta Nueva con el camino de Mérida, el que en su arranque se llamó Camino Llano, la última plaza que aparece es la de San Mateo, esta se formó en el siglo XV, como consecuencia de la demolición del Alcázar, que debió ser impresionante.

Toda la Villa, estaba rodeada por la muralla, de cuya conservación y reparación estaba obligado el Concejo por orden del Rey, una brigada de obreros trabajaba durante todo el verano en estos menesteres de conservación y reparación, continuando la faena hasta San Martin si disponían la cuadrillas de cal suficiente, se trabajaba a destajo y la tarea de cada obrero era  señalada por el Concejo, los gastos se cubrían con impuestos especiales, prestaciones particulares, y con la recaudación de las numerosas multas, que se aplicaban por el Fuero, a la reparación de la fortaleza, algunos delitos la pena era trabajar en la muralla, como el del sirviente que agrediese al amo, al que se le condenaba a cortarle la mano, pero si el amo lo perdonaba , estaba obligado a hacer tapial.

En torno a la población, se encontraba el ejido, extensión de terreno que no podía ser de propiedad privada, era campo común que facilitaba el acceso a la Villa y en el que se solía celebrarse los mercados. El Fuero, nombra los baños estos no están localizados y ni siquiera si llegaron a existir, pero curiosa son las disposiciones que se dictan sobre su utilización por parte del vecindario. Las mujeres irían al baño los domingos, martes y jueves, los hombres los demás días de la semana, se multaba al hombre que de sol a sol, entrase en el baño de las mujeres, y recíprocamente,  a las mujeres que entrasen en él  fuera de su día, haciéndose responsable de las trasgresiones al bañero, los que fueran al baño podían llevar un escudero, mancebo u hombre de su pan, para que los lavara, el precio del baño era de un dinero por persona, pero los servidores que a acompañaran a este, podían bañarse al mismo tiempo que su señor sin tener que pagar más

(fuentes Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)

Agustin Díaz