BREVE HISTORIA DE CÁCERES-GANADOS I
BREVE HISTORIA DE CÁCERES
LIII
Ganadería (I)
La realidad en vista de las posibilidades que ofrecía el terreno cacerense, supieron verla inmediatamente los primeros pobladores, esta constituyó la base económica de la repoblación, como fue la ganadería, y que las posibilidades se hicieron ostensible con el hallazgo y prendimiento y como botín, de la raza merina importada por los invasores almohades, más dejando esto aparte, desde el primer momento se vio que en el término de Cáceres, era adecuado para la cría de todas clases de especies pecuarias, mirando hacia el Norte, parte limpia y descuajada del espeso monte de matas bajas y de la maleza que la poblaba en el momento de la conquista, se fue transformando, entre la sierra que centraba la villa y el Ribero, en un invernadero de gran valor para el ganado lanar, las ondulaciones que perfilan la penillanura ente el Tamuja y la Rivera de Araya, se convirtieron en extensos pastizales cerrados al Norte, por el camino de cabras pizarroso que ciñe las márgenes del Tajo desde Talaván hasta la entrada del rio, en la encomienda de Alcántara, la Calzada Guinea era toda del término cacerense desde el rio hasta la Sierra de San Pedro, que al perder progresivamente la importancia militar, se fue ensanchando en amplia cañada, que conservaba frescos los yerbazales hasta los bordes del verano. Por la misma zona de la Sierra, desciende por el Puerto del Collado hasta lo que en el transcurso del siglo XIV se llamaría Monte del Casar, las lomas y abombamientos estaban llenos de espesos encinares que, una vez limpios, podían sustentar numerosas piaras del ganado de cerda, y hacia el Sur en los valles del Salor y Ayuela, las manchas de encinas y alcornoques alternaban con el praderío, que se extendía hasta los bordes de la Sierra, que selva impenetrable sin embargo ofrecía posibilidades de imposible calculo.
Con las normas ganaderas consignadas en el Foro Alfonsí, los rebaños indígenas hubieran podido vivir con mucha holgura, más los comienzos del reinado de Alfonso X ya lejos el temor de las algaradas de los musulmanes, las asociaciones o hermandades de pastores que, desde el siglo XII venían funcionando regularmente en la casi totalidad de la España cristiana, dando comienzo la constitución bajo bases jurídicas firmes, con sus reglamentos, ordenanzas, y sus consejos de aportellados encargados de hacerlas cumplir, y sobre todo con el apoyo incondicional de la Corona, esta consciente del valor que representaba la ganadería para la economía nacional; A estas asociaciones se las llamo Mestas, nombre que indicaba que en ellas mezclaban los ganados de distintos dueños, que estaban integrados en la hermandad o asociación, para trashumar en busca de pastos. Las Mestas de la Meseta, que ya habían irrumpido en la Transierra tras el avance cristiano sobre el Guadiana, pronto descubrieron o que ofrecían los invernaderos de Cáceres, y pasan el Tajo, provocando situaciones de violencia con el Concejo, que en muchas ocasiones derivaron en conflicto armado. La Villa cacerense, para defender su cabaña, constituye tambien su asociación ganadera, su propia Mesta, aunque y de momento no la denominaron así, y casi con seguridad nos cuenta el cronista, en el año de 1252, año primero del reinado de Alfonso X, se presenta ante el monarca demandado amparo y protección para la cabaña “afumada” es decir para la cabaña de la tierra (de humus tierra) haciendo valer la importancia del ganado, sobre todo del merino, y su superioridad con respecto al trashumante del Norte, “ganado Churro”, y exaltando las excelentes condiciones que para la climatización ofrecía la comarca cacerense, ya que en menos de cinco lustros habia proliferado en tanta abundancia que, formando un denso núcleo para tener que emigrar a otras comarcas a transformar todo el panorama pecuario de la península, como en efecto así sucedió.
A la vista de la proposición de los cacerenses, el Rey encomienda al Concejo, la redacción de sus ordenanzas ganaderas, que son el Fuero de Ganados. Y parece que su formación llego muy a tiempo, ya que unos veinte años más tarde el poderío que llego a conseguir el “Honrado Concejo de la Mesta” hubiera sido imposible su promulgación.
El Fuero de Ganados de Cáceres, es ley viva, autóctona y organizada a la vista de las necesidades, y en ella se establecen normas concretas que robustecen la autonomía pecuaria del término, siendo que se cierra de manera intransigente a la trashumancia, pero que la ajusta a sus verdaderos limites, marcando respeto por el Fuero Alfonsí, cuyo espíritu queda recogido en su totalidad.
El contenido de los textos, según nos indica el cronista, dan elementos suficientes para trazar un cuadro del estado de la ganadería en Cáceres, durante los primeros veinticinco años de la existencia de la Villa cuadro que contiene los rasgos esenciales de su personalidad histórica y que habría de caracterizar al hombre de Cáceres, hasta casi los tiempos modernos.
Tras prolongado trecho de abandono, que termino al cabo de dos siglos de guerras interrumpidas, el territorio cacerense hasta la importación de la raza merina por los almohades, estuviera despoblado de ganadería, a finales del siglo XI, el “extremo” por la parte Oeste leones, seguía la línea de sierras del Sistema Central, cuyo centro urbano estaba ubicado en Salamanca, y ya era temería la a ventura de traspasar esta línea conduciendo ganado, al igual que era para los moros arriesgar a cruzar con los suyos la Sierra de San Pedro, cuando se inicia la inmigración ganadera en la Transierra, es ya durante el siglo XII, esta inmigración se lleva a cabo, apoyados los pasos por los castillos, cuyas guarniciones aseguraban de forma relativa el pastoreo, y los moros por su parte, dentro ya del reinado de Fernando II de León, aclimataba en las ondulaciones que anteceden a la Sierra de San Pedro, entre el Salor y al Ayuela, los rebaños de ovejas merinas, más sin alejarse en demasía de los puertos, por si habia que tomar huida, pero ninguna de las dos corriente, ni la cristiana ni la magrebí, significaban una verdadera explotación ganadera como tal, eran rebaños traídos de una y otra parte para abastecimiento de castillos y posiciones avanzadas, o bien en formar parte como abastecimiento del convoy de los ejércitos en marcha.
La primera especie que aparece como ganado que pace en el término cacerense es la equina, tiene su explicación en que el caballo era animal de guerra, y con la guerra vino. En el momento de poblar el territorio cacerense, los primeros pobladores al menos, eran gente de frontera, necesitando el caballo para mantenerse en su asentamiento y para perseguir al enemigo, por eso se nombra desde los primeros días de Carta de Poblacion, y con abundancia en los textos forales: de dos clases eran los caballos: de “Siella o no atafarratum” y de carga o tiro, los primeros eran indispensable para todo poblador vecino que, estuviera en posesión de un caudal superior a ciento cincuenta maravedis, ya que sin poseer caballo apto para la guerra, no podía gozar de los plenos derechos que el Fuero concedía a los caballeros villanos. Ser “cavallaruis, equite” era una categoría social, y tambien una necesidad que exigía dentro de la familia, continuidad y permanencia, por eso el vecino separa sus armas y su caballo, como algo que le es propio, si no tambien inseparable de su condición y de su personalidad ciudadana , antes de entrar en participación con los hijos, y cando muere, el mayor de ellos hereda las armas y el caballo del padre, a titulo de primogenitura y como seña de la continuación de la estirpe, en el supuesto de que esta se extinguieran por falta de hijo varón, ñas armas y el caballo eran entregados a la iglesia en sufragio por el alma del caballero difunto.
El caballo de silla valía de quince a treinta maravedis y menos de quince los de carga o tiro, el pecio se fijaba por la equivalencia de dos bestias asnales.
Los caballos pacían en libertad, mezclando con los distintos dueños en los pastos comunales, llamados “dehesa de los caballos” marcados con hierros (paraperas) y creciendo así hasta la época de la doma, en la que se estabulaban y eran llevados a pactar a las heredades. Los sementales se separaban en los prados amaionados, y quedaba prohibido mezclarlos con las yeguas (echar yegua a oio de caballo), Estas se criaban en las yeguadas, y podían contar con hasta doscientas cabezas pastaban en las dehesas en compañía de sus crías, hasta que estas contaran con dos años de vida, entonces se la separaba llevando el ganado joven a los potriles.
(Fuente Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)
(Fuente Publio Hurtado-Castillos)
(fuente Simón Benito Boxoyo-Noticias)
Agustin Díaz