BREVE HISTORIA DE CÁCERES-SEGUNDA PARTE (VI)

18.05.2022 11:41

                                                       BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                                             SEGUNDA PARTE (VI)

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Desde los últimos años del reinado de Alfonso X, el sabio, en el Concejo cacerense, se habia producido don tendencias, con el motivo de las guerras de los que apoyaban la causa de los Infantes de la Cerda, con los que defendían la de Sancho IV de Castilla, el Bravo, tendencias que fueron acentuándose  más con los reinados sucesivos. En tiempo de don Pedro I, el Cruel, capitaneaba la bandería Real, don Gómez Tello, que contaba con gran autoridad en la villa, y la familia Giles, sus competidores locales,  defendían la bandera de don Enrique de Trastamara.

En el año de 1367 Gómez Tello, se desplaza a Sevilla, dejando al descubierto la ocasión al Rey Pedro I, de apoderarse del Alcázar cacereño, se vino a Cáceres con el Rey, y personándose los dos en las puertas del alcázar, el Rey don Pedro conmino a los que la guardaban para que se la entregasen, más los Giles contestaron:

“No podemos facer tal cosa, ni el era parte para les tomar el Alcázar, porque ellos eran obligados a cumplir con la obligación que tenían”

Entonces el monarca Pedro I, el Cruel, ordenó que les cortaran las cabezas.

Durante en reinado de don Enrique II y don Juan I de Castilla, los sucesos escasean, solo desgracias personales de caballeros y pecheros en las guerras con Portugal, y sobre todas ellas la de Aljubarrota, librada en 1385, en la que ganaron los portugueses, con esta derrota don Juan I de Castilla, perdió toda esperanza de que su esposa doña Beatriz pudiese acceder a la corana lusitana.

Terminado el año de 1397, el monarca portugués don Juan I, en venganza por la entrada que a su país hizo Enrique III de Castilla, sucesor de Juan I, volvió a la guerra contra los castellanos, penetrando en el reino por Alburquerque el condestable  Núñez Álvarez Pereira, al mando de setecientas lanzas y algunas compañías de peones, y que, tras apoderarse de la Aliseda y el Arroyo, vinieron a sitiar Cáceres. Organizó la defensa de la plaza cacerense Vasco Porcalho, Comendador Mayor que habia sido de la Orden de Avís, y que vino huido de Portugal, temeroso de la venganza por las intrigas de la Real Manceba, doña Leonor Tello, que amenazaba con cortarle la cabeza. Más los portugueses no pudieron tomar la villa, y tras quemar y arrasar los arrabales,  se retiraron a los pocos días con gente apresada de las fincas próximas y gran cantidad de ganado.

Pero en esta acción tambien hubo tiempo para las aventuras caballeresca, al menos  así los relata algún cronista:

“Alzado  el cerco por el Condestable, se le vino la noche encima a legua y media de la villa de Cáceres camino de Arroyo, donde iba a reunirse con el resto de sus tropas, y acampó donde le vino la noche encima.

Al punto le anunciaron que diez caballeros provenientes de Cáceres llegaron a los reales, y le solicitaban una entrevista, mandoles los llevaran a su tienda, y una vez allí, les preguntó:

- como habían osado presentarse allí, sin el seguro mío-

-Señor,-le respondieron los interpelados-fiados de su caballerosidad-

_¿y que queréis de mí?

-Nada, absolutamente nada, tan solo conocer a tan ilustre Capitán, que tanto da que hacer a las trompetas de la fama-

Don Diego Núñez, le agradeció la galantería, y ordenó les dieran de cenar, pero los caballeros renunciaron al agasajo, pidiéndole no tratase mal a los prisioneros, sobre todo a las mujeres, prometiéndoselo así el caudillo lusitano, entonces los caballeros cacerenses volvieron a su villa.

Bastantes amarguras saboreo en Cáceres don Juan II, hijo de don Enrique III de Castilla. el Doliente,  en su visita a Cáceres, durante su reinado próspero para sus estados, mientras don Fernando de Antequera, tío suyo a la sazón, empuño las riendas del gobierno, pero le vino la desdicha desde que con la mayoría de edad, elegio como válido y mentor suyo a don Álvaro de Luna, cuyo encumbramiento no podía tolerar la nobleza, sobre todos los inquietos Infantes de Aragón, hijos de don Fernando de Antequera, enemigos irreconciliables de don Álvaro de Luna.

Los Infantes de Aragón encontraron en Extremadura un gran número de defensores de su causa, ya que gran parte de sus pueblos se pusieron de su parte, por lo que esta tierra fue su mayor ampo de acción. Entonces el Monarca Juan II de Castilla y su Condestable Álvaro de Luna, se vinieron a la villa cacerense a preparar la persecución de los Infantes, que parapetados tras las murallas de Alburquerque, lanzaron varias andanadas contra las tropas del soberano, que reconociendo su impotencia, tuvo que levantar el capo y dirigirse hacia Guadalupe.

Se dio en Cáceres que los hidalgos estaban divididos casi mitad por mitas, y los sobresaltos, disgustos y lances personales no pusieron fin hasta que don Gutierre de Sotomayor, fue elegido Maestre de la Orden de Alcántara, estamos en el año de 1432, y los infantes rebeldes, sin la ayuda de la Orden de Alcántara que con anterioridad encontrara con el antiguo Maestre, Juan de Sotomayor, tío de Gutierre, tuvieron que levantar sus reales y capitular.

Más el tiempo de tranquilidad solo fue algo transitorio, ya que don Enrique de Aragón, volvió con las mismas de antaño, y para tratar de calmarlo don Juan II de Castilla, le ofreció a su primo el Señorío de Cáceres, Pero el concejo cacereño, al entrarse de esto junto con todo el vecindario, se levantaron en son de protestas, entonces el Rey en vez de dárselo a su primo Enrique, se la donó a su hijo el príncipe don Enrique, heredero de la corona, este tambien era de los descontentos con la privanza del condestable don Álvaro de Luna. Así se consideró que, no salía de ella y no se infringía lo mandado en el fuero otorgado a la villa cacerense por el monarca conquistador Alfonso IX. Más receloso de que, y a pesar de todo el pueblo prepararse algún conflicto para boicotear   el acto de la posesión, vino hasta Cáceres desde Talavera de la Reina con toda su corte, las calles las encontró desiertas, el silencio más elocuente reinaba en la Villa, al siguiente día 6 de octubre, acudieron al Alcázar por mandato Real los Caballeros, escuderos y hombres buenos del Concejo, y les mandó tras explicarles el alcance de la donación, que recibieran por su señor al Principe enrique su hijo, y en su nombre el bachiller Pedro González representante de don Enrique.

Entonces el Concejo le hizo saber, que no podía hacer aquello que habia hecho y le suplicaron  que mandare ver sus privilegios y que les guardase justicia.

Pero don Juan II, les dijo que ya conocía los privilegios que Cáceres tenia, más la merced que el hacia a su hijo don enrique, era como primogénito heredero de la corona, y reputado como una persona con él, volviéndoles a ordenar que admitiesen a don Enrique por su señor.

Dieron la callada por respuesta, y el Rey molesto y tremendamente contrariado por esta callada que le dieron las fuerzas vivas de la villa cacerense, e intentando poner fin a tan violenta situación, se volvió a don Álvaro de Luna, que habia tomado en su mano los evangelios, y tendiendo sobre ellos la mano derecha, juró por ellos, por la señal de la Cruz, y por el nombre de Dios, hasta tres veces, que mandaría examinar las cartas  y privilegios referidos por los consejeros de la ciudad, y si de ello se resultase que no podía desmembrar la villa de la Corona, no las desmembraría, pero si se hallase que la donación hecha podía subsistir, subsistiría. Prometiendo a la vez por su parte hacer todo lo que fuera menester para que el Principe don Enrique, confirmarse los Fueros, Privilegios, Usos y Costumbres de la villa, cuyas haciendas jamás embargaría, ni tomaría nada que tocase a los vecinos ni a los propios del Concejo.

Esta merced, satisfizo gratamente al Principe, por verse dueño de uno de los cinco solares de la nobleza española, y de donde tantos caballeros podía sacar para sus revueltas y guerras políticas.

(Fuentes Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)

(fuentes Publio Hurtado-Castillos)

(Fuentes Miguel Muñoz San Pedro)

(Fuentes Simón Benito Boxoyo)

Agustin Díaz Fernández