CEMENTERIOS DE LA VILLA CACERENSE I

09.01.2024 11:00

               CEMENTERIOS DE LA VILLA CACERENSE

                                            I

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Nuestra Señora de la Montaña, tal es el nombre del cementerio actual de Cáceres, y data su principio de principios del siglo XIX, antes de la creación en este cementerio los enterramientos tenían lugar en el entorno de los barrios de San Blas, y el llamado de Pinilla, ya que los enterramientos en esta zona datan de muchos siglos atrás, tantos como desde la época romana, ya que de acuerdo con el derecho romano no se les tenia permitido incinerar ni inhumar cadáveres dentro de los límites de la ciudad, y esto tenia como motivo de evitar incendios y para salvaguardar la salud pública, de ahí el motivo de que las tumbas  y sepulturas se solían encontrar en los arrabales de las ciudades, se solían colocar en las entradas y salidas de las principales vías de comunicación donde podían ser visitadas por cualquiera que así lo deseara.

Así las cosas, los barrios de San Blas y de Pinilla por encontrarse estos en las inmediaciones de la Via Lata (Vía de la Plata), lugares estos donde se encontraron varias lapidas sepulcrales, como aquella que apareció mientras se adecuaba el terreno para la construcción del edificio del la Fundación Valhondo un día 16 del mes de mayo del año de 1959, en la actualidad se encuentra esta lapida en el museo de Cáceres, con la inscripción que dice:

“Consagrado a los dioses Manes, Julia Segunda, hija de Silo, a su hijo Lucio Presencio Rufino de cuatro años, su madre procuró hacer este monumento a su hijo, aquí enterrado, Seate la tierra leve”.

Tambien durante el periodo de dominio musulmán y hasta el siglo XIII, se mantuvo esta costumbre de hacer los enterramientos en las afueras del recinto murado con las variaciones y ritos de cada cultura como es de por sí natural, y legaron las tropas leonesas a la conquista y fue entonces cuando sin atender a las razones más básicas de salubridad, miraron más por el tema religioso, empezaron a hacer sus enterramientos en los alrededores e interior de las iglesias.

Y como no, la nobleza, postulados, miembros del alto clero, y demás gente de postín, van a gozar del privilegio de ser enterrados en el interior de las iglesias y conventos, en el suelo y en cuyas piedras se pueden ver su epitafio y escudo de armas de la casa del difunto, más tardes se producían los enterramientos de la gente de alcurnia en sus capillas ornamentales privadas en los laterales de los templos, de tal manera que hacían ostentación del poder social y económico de cada una de estas familias por sus enterramientos, esta gente por sus dineros ya tenían ganado el cielo, ahora si eres pobre te tiraban alrededor de la iglesia y a por otro difunto, de siempre y en todo en la vida existen diferencia entre ricos y pobres, solo si tenías dinero para comprar unas brazadas de tierra dentro de la iglesia, solo por eso ya tenias ganada la entrada en el reino celestial.

Nos cuenta el cronista que don Antonio Ponz, famoso historiador e ilustrado (1725-1792) contaba que daba la impresión de que cuando entrabas en las iglesias de la villa cacerenses que:

“En las parroquias es notable el número que se ven de lapidas sepulcrales, las más con carácter de antigüedad, que se refieren a lo ilustres sujetos que en ellas están enterrados, pero que ya hoy se van olvidando esta practica de epitafios, pero el espectador puede observar la usanza de ambientar las capillas o parajes donde se entierran estos caballeros y señoras, las que con sus títulos suelen distinguirse con un dosel muy alto en sus entierros y que están hechos de bayeta negra y las que no con un paño de bayeta del mismo color y sus escudos de armas en él, de tal suerte que estas iglesias representan durante todo el año un fúnebre espectáculo, antes duraba este enlutamiento un año después del fallecimiento por quien se puso, pero ahora suelen quedarse allí hasta que se caen a pedazos las bayetas.

De mejor estilo parece el de las lapidas por su duración, y por que en ellas se perpetúan los nombres de los sujetos con algunas de las circunstancias de sus hechos y calidades, que se quieran o no son monumentos históricos, toda vez que las bayetas no representan más que un poco de pompa momentánea, ya que al cabo del año ya se olvidó de por quien se puso, afean las iglesias y el visitante se queda en ayunas de que le gustaría saber y ver en urnas y lapidas.

Pero estando muertos los menos afortunados, debían conformarse con que sus enterramientos fueran en la tierra de las calles que rondaban las iglesias, y así de esta manera, se fueron constituyendo cementerios a lo largo de los siglos alrededor de las parroquias cacereñas, a saber, fueron estas cuatro, Santa Maria, San Juan, Santiago y San Mateo.

Más seria al efectuar excavaciones alrededor de las iglesias parroquiales para la conducción de aguas y otras obras de mejoras del pavimento, se fueron encontrando restos humanos de los allí enterrados durante siglos, en algunas piedras de las casas que rodeaban las parroquias se esculpía la palabra “cimenterio” como aun en día se puede observar en la fachada de la Casa del Sol en el Callejón de la Monja, tambien se podía observar esta palabra en la esquina de la casa de Ulloa en loa calle Ancha, esquina a la plaza de San Mateo, junto a la iglesia de Santa Maria, puede leerse la misma inscripción “cimenterio” bajo el balcón esquinado de el solar primitivo de Carvajal, así como en la pared del jardín de la misma casa.

El crecimiento de la población durante el siglo XVIII, obligan a adaptar nuevas competencias en materia de urbanismo e higiene, lo que hace que las autoridades comiencen a crear nuevos campos santos en las afueras de las ciudades, con mejores condiciones de espacio y ventilación, y clausurándose los saturados e insanos “cimenterios” ubicados junto a las parroquias, y seria por Real cedula de 3 de abril de 1787 en la que se ordena establecer cementerios para dar sepultura a los fallecidos, y donde se establecía que:

“se harán los “cimenterios” fuera de las poblaciones, siempre que no hubiere dificultad invencible o grandes anchuras dentro de ellas, en sitios ventilados y cerca de las parroquias y distantes de las casas de vecinos, y que se preverán para capillas de los mismos “cimenterios” las ermitas que existen fuera de los pueblos como ya se ha empezado a practicar con buen suceso”.

Pero al establecerse la Real Audiencia en el año de 1791, y a pesar de las disposiciones establecidas, la villa cacerense todavía no dispone de un cementerio municipal y continúan los enterramientos en los de las parroquias de Santa Maria y Santiago, y fue ya en 1804 y con fechas de 26 de abril y 28 de junio, donde se especifica nuevas recomendaciones para la construcción de un campo santo:

“se deben construir los “cimenterios” fuera de las poblaciones y a una distancia conveniente de estas y en parajes bien ventilados y cuyo terreno por su calidad sea el mayor propósito para absorber las miasmas pútridas y facilitar la pronta consunción o desecación de los cadáveres, evitando el más remoto riesgo de filtración o comunicación con las aguas potables del vecindario, estos cimenterios deberán estar cercados en altura suficiente para impedir la entrada en ellos a personas o bestias, capaces de causar profanación opuesta al honor con el deben ser tratados los cadáveres, tambien se podrán construir sepulturas de distinción, ya sea para preservar los derechos que tengan adquiridos algunas personas o familias en las iglesias parroquiales o conventuales, o ya sea para sepultar a otros que aspiran a ese honor, pagando por ello lo que se estime sea justo”.

Y ya con estas disposiciones y en 1805 las autoridades municipales deciden buscar el emplazamiento más conveniente para construir un nuevo cementerio que satisficiera las necesidades de la población. En primer momento se pensó para este menester la era de los Mártires, junto a la primitiva ermita de este nombre, que fue demolida en el año de 1845, para construir en su lugar la Plaza de Toros, al final se desechó este paraje y se eligió la falda nordeste del denominado Teso de San Blas y en una propiedad conocida como Cerca de los Muertos, ésta cerca ya se habia utilizado como lugar de enterramientos y cuyas ventajas y condiciones era manifiestas frente a otros espacios de la periferia urbana.

Y es que su situación al Nordeste de la población, y teniendo como barrera la sierra de San Blas que la quedan a cubierto de las corrientes de aire y exhalaciones mefíticas del cementerio por hallarse ésta a la distancia de trescientos pasos poco más o poco menos de la ermita de San Blas, y que esta ermita se distingue por ejercer los oficios funerarios.

La Cerca de los Muertos, por lo que declaran los facultativos y otros señores muy capaces y de mucho entendimiento paisanos de la villa cacerense, es terreno muy capaz, propicio para enterramientos, tiene paredes que la rodean y habiéndose enterrado allí en lo antiguo mucho número de cadáveres , en tiempos de epidemias y guerras sin impedimento del vecindario y a que su dueño don Julián Sarmiento, (contador de millones y alcabalas) está dispuesto a cederlo para dicho fin, como así lo ha manifestado en varios ocasiones, pagándose por el cercado una suma regular, ya que con mucho menor coste puede levantarse en poco las paredes y la puerta de entrada que ya tiene, tambien se hace contar la buenas accesibilidad por la disposición del camino hasta llegar al sitio, ya sean en tiempo de invierno o verano, y que aun será mejor una vez terminado el puente nuevo que se está fabricando, este puente que hace referencia, será para salvar el paso de Ríos Verdes, que busca por allí salida hacia la Ribera del Marco y poner en comunicación las calles Sande y Peña con el camino de los Cuatro Lugares, que tenía su comienzo en la explanada de la ermita de San Blas, este puente aun sigue existiendo, pero cegado y debajo de la actual calzada.

“Hallándose así con buena proporción de calle para la conducción de cadáveres desde cada una de las cuatro parroquias, en el supuesto de que hallan de ser conducidos en carros y caballería mayor dispuestos para ello después de celebrarse los oficios correspondientes, y que este se podrá celebrar en casos urgentes de voluntad o convenido por cierto genero de personas en la ermita de San Blas, por la buena proporción que tiene para ello distante algún tanto de la villa y cercana a la dicha Cerca de los Muertos, y que levantada la pared media vara en sus tapias con caballete, reponiendo algún que otro pedazo de los que están más bajo y con el blanqueo correspondiente se ha dejando con decencia la fachada y el arco de la entrada que se tiene con una cruz encima y otra que hay que poner en medio del cementerio.

(Fuente Antonio Rodríguez González-Orígenes)

Agustin Díaz Fernández