CEMENTERIOS DE LA VILLA CACERENSE III

19.01.2024 11:25

                   CEMENTERIOS DE LA VILLA CACERENSE

                                                III

Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra.

En el capítulo anterior veíamos que:

De siempre la historia del cementerio estuvo escasa de nichos, con el problema de realizar exhumaciones, y en 1855 tuvieron que ampliar con un segundo patio con dimensiones parecidas del original, pero a pesar de esta ampliación y alguna que otra obra de mejora ya en 1893 el recinto de la Cerca de los Muertos, denotaba un gran estado de abandono y ruina.

Parte del muro de la fachada principal se desplomo hacia afuera, en bastantes tramos que, hacia presagiar ruina, por efecto del desplome del mismo muro han quedado separados los nichos perpetuos a él adosados y por las hendiduras producidas se desprende gases que hacen imposible las entradas y salidas del campo santo, en todos los demás sepulcros de esta zona principal, las juntas de las losas se han abierto a causas de las heladas y yerbajos que crecen entre ellas se encuentran descarnados facilitando la expansión de los gases.

Entre empresarios, comerciantes e industriales fallecidos en la villa cacerense destacan la figura de:

Joaquín Samaniego García, que fuera alcalde de la villa en 1826, tambien era comerciante Juan Urbano Sanz García, 1847, José Acha Aguirre que fuera teniente de alcalde en 1883, José Muñoz de San Pedro, comandante de Milicia Nacional  y alcalde en 1843, Vicente Meñoa Cortes, que fuera el promotor del primer teatro estable que tuvo Cáceres en la calle Peña, *Juana Eguezabal 1912, propietaria del teatro Variedades de la calle Moros pegado al que fuera colegio de San Antonio,  la Saga de Valhondo, comerciantes como los Calaff, y algunos más ciudadanos ilustres de la villa.

* y hasta doña Juana Elguezabal, una solterona, heredera de un  notario, ahorrativo, beato, y meticuloso, invirtió las peluconas que este le había dejado en construir en 1.886, otro coliseo en un corral de la casa número 5 de la calle Nidos, con entrada en la calle Moros número 8, ¡ Si don Saturnino llega a sospechar el destino que iba a darse a los centenes u ochentines acumulados, y acariciados y contados por el día tras día, antes se los deja al mismísimo demonio que a su sobrina.

Doña Juana, denominó el teatro Variedades, el cual competía con el de la calle Peña, hasta 1.914, en que se demolió, por haberlo dejado su propietaria en testamento de 29 de agosto de 1911 vivió en Cáceres entre 1858 y 1912. Fue una mujer adelantada a su tiempo.
En el año 1.885 creo en Cáceres el Teatro Variedades, en calle Nidos, donde enseñó a leer a obreros, usó por primera vez el cinematógrafo o celebró mítines. Tras su demolición en 1914, en este solar se construyeron las escuelas de Vicente Marrón, en el número seis de la calle Margallo, por deseo de su dueña con el fin de dar educación a las clases menos pudientes.
El Teatro Variedades fue producto de la inquietud cultural de una gran mujer decidida, emprendedora y sobre todo valiente,   en aquellos tiempos difíciles y más para una mujer.
 Juana Elguezabal, una luchadora, se propuso alzar un Teatro para la cultura y para la diversión, con el objetivo, entre otros de ir de la mano de los tiempos y que supuso una bocanada de aire fresco a la rancia villa cacerense.
Juana Elguezabal llegó desde el País Vasco, se encontró con una ciudad de grandes carencias y lagunas en materia, sobre todo, de cultura y se puso manos a la obra. Lo que en aquellos tiempos supuso una hazaña heroica. Y, más aún, si se trataba de abrir un hueco de relieve en la estructura social cacereña, cosa que doña Juana atrevió, para figurar en la historia, a base de coraje y de pundonor.
la villa cacerense por entonces apenas contaba con catorce mil habitantes, y una estructura social conservadora acorde con los tiempos, y donde la actividad de la mujer poco o nada sobresalía más allá de la entrega al hogar.
Pero Juana Elguezabal no se arredró y se impuso luchar por la revitalización cultural, cosa y caso que hoy no es solo para aplaudir, sino de homenaje, si  miramos con la perspectiva y dimensión de aquellos tiempos y con la tipología del clasicismo donde el papel de la mujer no era tenido en cuenta.

 Juana Elguezabal fue aperturista, humanista, dio paso a un gigantesco escenario por donde comenzaron a pasar compañías de artistas ambulantes con sus dramas y sainetes, con sus escenificaciones, con sus acrobacias y magias circenses, emulando al viejo y siempre entrañable Circo Price de Madrid.
Y, mientras, iba introduciendo en la ciudad una aureola de modernidad, de liberalismo, de progreso, de avance social, poco o nada reconocido por casi nadie.
Pero logró alzar un Teatro emblemático en el Cáceres de aquellos tiempos y que hasta le provocó serios disgustos. Porque otros se empeñaban en querer cerrar la puerta a las Variedades que era sinónimo de pecado mortal, y tanto que en 1899 llegó a publicarse una carta en un periódico de Cáceres, firmada por un cura cacereño, y que denomina al Teatro Variedades como “foco de corrupción e inmoralidad donde se representan funciones condenadas por la iglesia.

Y como no podía ser de otra forma, tambien tuvo sus anécdotas causadas por el amor:

Y Llamabase Francisco Higuero, hijo y a la vez discípulo de un Juan Higuero que a la sazón era maestro de zapatero y que moceaba allá por los años de 1858, al parecer este hombre, al a Francisco Higuero hijo me refiero, gozaba de mucha popularidad y aceptación entre el mujerío de la villa cacerense.

La popularidad le venia por su calidad de cantaor, y no habia fiestorro o bullarengue en los que el aprendiz de zapatero no fuera el alma de la fiesta, pocas eran las muchachas de la villa, a las que Francisco Higuero no les hubiera dedicado alguna copla o algún requiebro.

No habia noche del año en que no solazase al vecindario con sus coplas, ya en una calle, ahora en la otra, obsequiando a algunas damas, sus amigos y cortejadas seguidos de una caterva de desocupados holgazanes y noctámbulos que oficiaban de jaleadores y alabadores, era este Higuero un tanto presuntuoso y las coplas solían ser de alabanza a su persona, como aquella que decía:

                        No te desvelen majezas

                        Ni lisonjas, ni dinero

                        Pues más que todo todo esto vale

                        El querer de Francisco Higuero.

O esta otra:

                         Los ángeles del cielo se asoman

                         A las ventanas del cielo

                         Y enmudecen escuchando

                         Cuando canta Francisco Higuero.

Más sucedió que, que teniendo muchas jóvenes solteras a las que arrimarse, el llamado zapatero dio en escoger a una mujer de condición viuda por compañera, y tanto debió de quererla que, habiéndole dejado ella tambien viudo, él, ofrendándole lo más preciado de su ser se iba todas las noches a las puertas del campo santo con la guitarra en la mano a cantar sus coplas a la difunta esposa, quizás pasado de vinos y aguardientes varios, y aquellas interpectivas serenatas siguieron hasta que la autoridad advertida del escandalo que originaba todas las noches, intervino y puso fin a la fuerza a tales piadosos desahogos.*

(Publio Hurtado-Ayuntamiento)

Ya algunos años después, y recién principiado el siglo XX, ocurrió un sucedido por la madrugada de un día 21 de septiembre del año de 1913, un Juan Jacobo de la Riva, paisano que al parecer era bastante apreciado en la villa cacerense y entre otras cosas, habia sido primer edil en varias ocasiones , pero que ya a esas alturas de la vida donde uno lo tiene todo rendido le habia dado por trasegar de la frasca del tinto lo que le habia acarreado muchos problemas de salud, se vino a suicidar a las puertas del cementerio con un disparo en las sien que se lo llevo la parca al instante, más según parece, este sitio privilegiado para resolver asuntos del corazón y males de amores para acabar con todas las penas de una sola vez, se puede asegurar que hasta el día de hoy, que es el único muerto que se murió en el mismo cementerio.

Y ya desde comienzos del siglo XX, las familias de buen vivir y de posibles de la antigua villa, hicieron competición para ver quien construía los más vistosos panteones donde reposar sus restos hasta la eternidad a ambos lados de la avenida principal que atraviesa los dos primeros patios, y hasta 1919 la administración, dirección y conservación del campo santo no pasó a depender del ayuntamiento, y ya para entonces redactan un nuevo reglamento, en el año de 1920 se vuelve a ampliar con la construcción de un tercer patio, pero de dimensiones más reducidas que los dos anteriores, y el denominado cementerio civil, esta una parcela ubicada en el exterior y dedicada a aquellas personas fallecidas y que por ideales u otra circunstancias diversas no pueden recibir sepultura en el cementerio católico, ya fueran seguidores de otras religiones, ateos, suicidas, criminales condenados a pena capital, el limbo por otra parte quedaba reservado para los niños recién nacidos que morían sin bautizar, en fin.

(Fuente Antonio Rodríguez González-cementerio)

(Fuentes Publio Hurtado-ayuntamiento y)

(fuente Wikipedia)

Agustin Díaz Fernández