HISTORIA DE LA VILLA CACERENSE-LA VENIDA DE ISABEL I DE CASTILLA-IV

25.05.2023 11:35

                  HISTORIAS DE LA VILLA CACERENSE

                  LA VENIDA DE ISABEL I DE CASTILLA

                                           IV

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Con la venida de su católica majestad Isabel I de Castilla en 9 del mes de junio del año de 1477, dio comienzo la pacificación de los belicoso de la nobleza y sus paniaguados, creando un ambiente de paz y bienestar entre los vecinos y moradores de la villa cacerense, aunque en estas jornadas no fue suficiente para lograrlo si marcaron el camino a seguir, y comenzaron a delimitarse los derechos de cada cual, y aunque las Ordenanzas dadas, hechas con sabiduría, tenían que adolecer como todo lo nuevo, de alguna cuestión que limitara cuando no hiciera imposible la buena gestión en asuntos del Concejo.

La hacienda municipal se encontraba empobrecida, por causa de la pignoración de los bienes de sus propios, que obligaba constantemente al Concejo a verificar repartimientos, en los cuales, los Caballeros Regidores eran muy poco equitativos, que continuamente se veían acorralados por las reclamaciones del Procurador del Concejo, lo que daba lugar a los disturbios y ruidos por la protesta.

Más estas reclamaciones importaban poco a los Regidores, y aun sabiendo que el Procurador del Concejo era cargo elegido directamente por los Reyes, para vigilar el derecho de la villa y el de sus moradores, y con el fin de evitar sus quejas, le fueron poco a poco limitando sus atribuciones, hasta con la pretensión de dejarlo como mera figura puramente decorativa dentro del Concejo.

Y así siguieron con sus maquinaciones que, movidas por sectarismos lamentables unas veces, y otras por rencores mal disimulados ante la presencia de la Reina Isabel I, y las más únicamente movidas por ambiciones personales, iban sumiendo a la villa cacerense en la más absoluta ruina.

Las dehesas se arrendaban por precios insignificantes, y quizás no hubiera ido muy mal, si las rentas que estas dehesas propiciaban hubieran sido empleadas debidamente, antes, al contrario, se perdían, sin que nadie supiera cuál era su destino, ni a que manos iban a parar.

Por otra parte, en cuestión de los ganados cada cual campaba a sus anchas, entraba a pactar donde mejor les convenia, sin que importarse quien era el dueño de los pastos.

El desorden monetario que padecía España durante los últimos siglos de la conquista, todo por no haber querido aceptar la reforma que inicio el Rey Sabio Alfonso X, eran las que  las que daban lugar a tan lamentables confusiones en los pagos de penas, arbitrios, rentas y censos, que debiendo percibirse como ciento, se percibía como uno, ya que el que tenia que pagar, e interpretación el valor de la moneda según le conviniera, y como es natural procuraba dar dineros de vellón o de plata de baja ley antes que pagar con oro.

Más todo esto les sirvió de enseñanzas a los católicos Reyes, y las trataron de aprovechar al hacer el intento de reforma monetaria en Toledo en el año de 1480, y la que fuera definitiva en Medina del Campo en el año de 1497, en la que una tendencia semejante a la de Alfonso X, unificaron la monda en todos sus reinos y señoríos, implantando un orden en los intercambios y en la situación económica del país, orden que no se altera hasta el reinado desastroso de Carlos II.

Y así las cosas, Cáceres se vio arrastrada a una vida durante dos años que no se hicieron caso de las Ordenanzas dadas por los Reyes Catolicos, disponiendo los Regidores como mejor les parecía de los oficios y de, los bienes del Concejo.

Y sucedió que en  el día 27 de febrero del año de 1479, y desde la villa de Trujillo los Reyes Catolicos, donde asistieron a las exequias del Rey Juan II de Aragón, que habia fallecido en Barcelona, le vinieron a Cáceres, y tras jurar los fueros de  Cáceres el Rey Fernando, en la misma forma y lugar que dos años antes los jurara la reina Isabel, abrieron audiencia para que se les informara sobre las reclamaciones que se les presentaban, y una vez estudiadas en su concejo, y tras deliberaciones dieron a la villa de Cáceres sus ordenanzas.

Juramento de los Fueros de Cáceres por Isabel I de Castilla, delante de la Puerta Nueva del Siglo XV, hoy Arco de la Estrella.

El Bachiller Fernando Mogollón, requirió a su majestad puesto de rodillas, por ante el escribano Luis González de Cáceres, y presentándole un Misal:

*“El Concejo, Justicia, Regidores, Cavalleros, e Escuderos, e vezinos desta noble, e leal villa de Cáceres, suplican y requieren a vuestra Alteza, jure de guardar e non revocar su fuero e privilegio municipal e todas sus libertades, franquezas, e costumbres e senciones e buenos usos y costumbres que principalmente vuestra Real señoría nos dará, ni enajenara ni sacara esta villa, ni sus términos ni cosa alguna de sus pertenencias de vuestra corona Real del Reyno de León so cuyo reinado y Magestad Emperatoria esta villa, según en nuestro privilegio se contiene. E assimismo suplican y requieren a vuestra Alteza, jure guardar e no revocar el privilegio de las alcabalas de las yervas, que el Rey don Enrique, que santa gloria aya, dio los vecinos e moradores de esta villa, en satisfacción de pago de lo que por su servicio perdieron e les fue tomado al tiempo que esta villa fue cercada según que de todo han usado e gozado e le has sido guardado, jurado e confirmado por los Reyes antepassados de gloriosa memoria, vuestros progenitores. E según que el Rey nuestro Señor, e vuestra Alteza confirmaron a esta villa, en la villa de Valladolid adonde embió sus procuradores a dar la obediencia, e acatamiento, e facer la lealtad y felicidad al Rey nuestro Señor, e a vuestra Alteza que buenos e leales vassallos deber facer a sus Reyes, y señores naturales, como de siempre esta villa a fecho a vuestros antecesores, e hizo al Rey nuestro Señor, e a Vuestra Alteza confirmaron a esta villa, pospuesto todo miedo a perder nuestras personas, e fijos e mujeres, casas e faciendas , e luego la dicha Señora Reyna lo juró en un libro Misal, que adelante le pusieron el nombre de Dios a de Santa Maria, e por la palabra de los Santos Evangelios que en el estavan escritas, de lo tener, a cumplir todo assi, según que se lo pedían por merced e de no ir, ni venir contra ello, ni contra parte de ello, en ningún tiempo, e dixo si juro, amen,”

(*Publio Hurtado-Ayuntamiento y Familias Cacerenses)

Las ordenanzas que otorgaron los Reyes Catolicos a la villa cacerense de 1477 y 1479, se intento atajar los desmanes y abusos y desordenes de que era victima el Concejo, se destaca el que cometían los arrendatarios de las dehesas de sus propios, es decir bienes de propiedad del municipio y que proporcionan renta, los cuales se cedían para pastos y labor por  exiguos precios, o se procedía a su empeño en lo que sufrían gran daño los labradores de la tierra, al compas que para los vecinos de la villa.

Estos, tenían para su labor y para los pastos de sus ganados dos dehesas, como eran la Zafra y la Zafrilla, están se arrendaban de cinco en cinco años por el precio de cien maravedis por cada yunta, con lo que se beneficiaban tanto los labradores como el Concejo de la villa cacerense, más lo Regidores de Cáceres tenían claro que existía otra forma de mayor beneficios para ellos de arrendamientos, le pusieron la parcela o terrazgo, a segar por una escasa pensión de una fanega de pan por cada fanega de tierra que se labrase, y como tontos que eran adelantándose a cualquier solicitante, se las adjudicaron a ellos mismos por un tiempo de cinco años.

Esta forma de actuar de los Regidores cacerenses, dio pie a las reclamaciones de labradores y pecheros de la villa, y con la venida de los Reyes Catolicos a Cáceres, dieron en poner en conocimiento de sus majestades semejante abuso, haciéndose eco con la fundada esperanza de que el espíritu de justicia de los monarcas pusiera remedio a semejante desmán.

Y a tal efecto se reunieron Escuderos y Labradores de la villa cacerense, estos nombraron una diputación, compuesta por Juan Gutiérrez Pintor y Pedro Ximénez, estos acudieron al Consejo de los Reyes Catolicos y expusieron las razones de sus quejas.

De entrada, solicitaron que, por la labranza de tierras del Concejo, no se llevase terrazgo de pan, ni otro derecho alguno, si no los cien Maravedis por yunta, según la costumbre ya de antiguo, y que de los rendimientos que diesen las tierras, se fueran poco a poco desempeñando los propios y heredades del Concejo y que a la sazón estaban empeñados.

La Justicia de Cáceres

Más de todo estos males que la villa soportaba, no solo era la culpa de los Regidores, y demás caballeros del Concejo, pero eso sí, si hubieran hecho buena administración y no hubieren mirado nada más que por su propia conveniencia, y se hubieran puesto a encauzar como era de obligación la hacienda municipal, pero vaya en su defensa que ya cogieron arruinadas las arcas del Concejo, y a sus propios empeñados, quedándoles pocos, muy pocos arbitrios donde echar mano, y estos pocos estaban tan desordenadamente dispuestos que, en pleitos y disputas se gastaba mayor cantidad que la de que por su concepto se habría de recibir.

Esto sucedía principalmente con el arbitrio conocido como “penas de ganados” este consistía en las multas que se le imponían al ganado que se entrasen a pacer en las dehesas ajenas, estas multas eran percibidas en parte por los propietarios de las heredades perjudicadas y en parte por el Concejo, produciéndose de continuo disturbios y disputas y querellas que no siempre terminaban en beneficio de la justicia.

Para las tasas de estas multas se echaba mano del Fuero Antiguo de Cáceres, más como las condiciones de vida y el sistema de moneda habían variado desde los tiempos de Alfonso IX, hasta el de los Reyes Catolicos, lo que daba pi a los continuos conflictos.

(Fuente Floriano Cumbreño-Cáceres Villa)

(Fuentes Publio Hurtado-Ayuntamiento)

Agustin Díaz Fernández