HISTORIA DE LA VILLA CACERENSE-LA VENIDA DE LA REINA ISABEL I DE CASTILLA-VIII

27.06.2023 11:50

                    HISTORIAS DE LA VILLA CACERENSE

                  LA VENIDA DE LOS REYES CATOLICOS

                                            VIII

Posesionada la ínclita doña Isabel I, la más grande y magnifica, para algunos cronistas, de cuantas testas coronadas de España, emprendió la ardua tarea que, llevo a feliz fin, de apaciguar sus reinos y organizar la administración municipal de sus esquilmados pueblos.

Cáceres fue una de las villas objeto de sus primeros cuidados, vino en 8 de mayo de 1,477, e hizo un provecho de nuestra organización concejil. En 27 de febrero de 1.479 doña Isabel acompañada de su esposo Fernando, volvió a Cáceres, tras haber celebrada en Trujillo las exequias por el alma del Rey de Aragón, y venían de paso para la frontera Portuguesa, a donde iba también a concurrir la infanta doña Beatriz de Portugal, su tía, para concertar el  modo de poner fin a la dilatada lucha de castellanos y lusitanos, con ocasión de la sucesión de la corona de España, cuya entrevista no se llevó a término por el pronto, marchando los regios consortes de Cáceres a Trujillo en 22 de Marzo de 1.479.

El 7 de mayo, estaban de nuevo en nuestra villa, con tal fecha autorizaron las Ordenanzas a que se habida de acomodar el aprovechamiento de las dehesas del Concejo, denominadas Zafra y Zafrilla.

Tornaron de nuevo a Trujillo, donde estuvieron hasta el 5 de junio en que don Fernando marchó a Guadalupe, volviendo doña Isabel a Cáceres y tomando desde aquí la ruta de Alcántara, a las vistas concertadas, después de haber otorgado uno y otros muchos privilegios a nuestra villa.

El día siete de enero del año de mil y quinientos, el Rey Católico, ya viudo llego a Cáceres, camino de Salamanca y aunque solo permaneció un día en la villa, no lo desaprovechó, pues al presentársele los caballeros de su vecindario, los animó a tomar parte en la jornada que, a modo de cruzada, preparaba el Cardenal don Pedro González de Mendoza, contra los árabes de las costas africanas, a la que quedaron obligados los invitados.

Isabel I e Castilla y el Pendón de la Villa

La joya de más estima, como la más antigua y más gloriosa del consistorio cacerense, es el pendón de la villa, conocido como el Pendón de San Jorge, sin duda por haber sido el que enarboló sobre el alcázar musulmán, de la antigua Norba Caesarina, el día de la conquista definitiva para la cristiandad de la Hins-Qazrix del moro, día en que la iglesia celebraba la fiesta del Santo Jorge, pero no porque tuviese hoy ni hubiera tenido nunca, figura o leyenda que hiciese la más remota alusión a su santo patrono, don Publio Hurtado, nos cuenta:

“Hay un historiador, Solano de Figueroa, de escaso o ningún crédito por los anacronismos y patrañas de que abundan sus obras, que cita en sus santos de Cáceres, un pendón que tenía bordada en una de sus caras la figura de San Jorge, armado y a caballo, con un dragón a sus pies, ningún documento oficial, ni ninguna referencia hace mención de tal estandarte”.

*“Merecía efectivamente contemplarse, nos sigue diciendo don Publio Hurtado, en ocasiones lo habia visto paseando por las calles de la ciudad y que sería cosa de examinarla más de cerca, al poco lo sacaron de las vitrinas colocadas en el salón de sesiones del Ayuntamiento donde se custodia, al par que otras tres o cuatro banderas y estandartes de las milicias locales, y lo desliasen y tendiesen a la vista de don Publio, mirado, y admirado, se dio cuenta de que aquello, no era ya más que un venerado guiñapo que antaño perteneció a otra bandera, piadosamente sobrepuesto y recosido sobre una tela de seda carmesí, por las propias manos de la Reina Católica, según afirma el licenciado Rodríguez Molina, haciéndose eco de la tradición local”.*

(Publio Hurtado-Ayuntamiento)

                 Fueros de la Villa Cacerense

“Don José Ramon Mélida (arqueólogo) atribuye el hecho de remedar el pendón, a la época de don Alfonso X, hijo de San Fernando, Fernando III de Castilla y León, por advertir en el bordado, juntamente con finezas ornamentales góticas, reminiscencias arábigas, semejantes al códice de las Cantigas (poesía cantada) atribuido al monarca Alfonso X el Sabio”.

Recién constituido el primer ayuntamiento por el rey conquistador, se dividieron sus “viri boni” (hombres buenos), en dos bandos, uno, el leones, mantenido por la familia de los Giles, Alfonso, Saavedra, Figueroa, Espaderos, Yáñez y Mogollones, el otro, el castellano, en el que figuraban los Valverdes, Blázquez, Téllez, Pérez, Osma, Mateos, Paredes, Delgadillos, Escobares, y alguna más, de tal modo quedaron separados entre sí, que el consejo usó dos sellos, uno con un león, con u  castillo el otro, sellos que guardaban respectivamente dos concejales, y que a pesar de la disposiciones del Rey, San Fernando, perduraron como los dos bandos, hasta la época de Isabel la Católica.

Así que, teniendo dos sellos, es natural tuvieran dos estandartes, lo que hizo la reina católica, fue unir materialmente ambos emblemas, en la bandera que restauró, cosa que no es verosímil. De estos precedentes se deducen dos conclusiones, según don Publio Hurtado:

Una, que el llamado en la actualidad Pendón de San Jorge, no es el dado por don Alfonso IX a la villa cacerense, aunque como tal se tenga.

Y la segunda, que, este emblema, si es la que recompuso la reina Isabel la Católica, bien pudo confeccionarla con elementos de estandartes antiguos, y aun ser el del Pendón Original, pero jamás este”.

Tres usos eran los que se daban a tan honrado estandarte, guiar las mesnadas cacerenses cuando iban a la guerra de orden del Rey, presidir la proclamación de los monarcas en las calles y plazas de la villa, y recorrer estas procesionalmente todos los años, el día de San Juan Bautista.

En la antigüedad que se revela de los recosidos restos, al estandarte de referencia, se puede  asegura que fueron testigos de los esfuerzos de las huestes cacereñas en cien jornadas bélicas, ya dirigidas por sus alcaldes, ya por sus corregidores, estos eran oficialmente los capitanes de guerra de los partidos, ya por los capitanes nombrados expresamente por acaudillarlas, hasta que la creación de los ejércitos permanentes suprimió estos alardes, privando la gloria del triunfo o el baldón del vencimiento entre la masa de soldados de todas las procedencias.

Algunas jornadas que perpetuaron la memoria de los antepasados cacerenses, que tomaron parte con su pendón a la cabeza, nos cuenta el cronista algunos ejemplos:

A los siete años de esta establecido el ayuntamiento cacerense, sirvió con su pendón y sus gentes de armas al rey don Fernando III, en la conquista de Córdoba, llevada a cabo en 29 de junio de 1236, tambien se volvió a la ayuda, en la de Sevilla el año de 1248, donde otorgó buen repartimiento de haciendo al caballero Benito de Cáceres, que tal vez fuera el caudillo de las huestes cacereñas.

En 1272 volvió a servir a la corona, proporcionado al infante don Fernando de la Cerda, hijo del Rey Alfonso X el sabio, lucida tropa de caballeros para combatir al Rey moro de Granada, servicio que premió el autor de las Partidas con un Real privilegio fechado en día doce del mes de febrero del año de 1473, por el cual hizo excusados del pago de pechos a los caballeros de la villa que llegasen a la vejez y a sus esposas.

Ya en 1308, tuvo que partir a Alcántara, de cuyo puente y castillo se habia apoderado el infante don Juan, tío y tutor del Rey Alfonso XI, uno de los magnates descontentos y perturbadores que conoce la historia, se titulaba Rey de Galicia, de León y de Sevilla, y de conformidad con el Mestre de la Orden de Alcántara y las huestes del concejo de Plasencia, puso sitio al castillo y lo ganaron, degollando al alcaide Garci Gutiérrez, defensor de la plaza en representación del rebelde Infante.

En 1334, Cáceres envío sus gentes de armas a mandato del Rey don Alfonso X, sobre la plaza de Badajoz, sitiada por los portugueses. En 1338, vino a Cáceres dicho don Alfonso, y de aquí partió hacia Valencia de Alcántara, con los caballeros, del Concejo y pendón de la villa, a castigar al Maestre de la Orden don Gonzalo Nunes de Oviedo, que hasta hacia poco habia sido privado suyo e investido en la villa cacerense por el mismo ahora cabreado monarca, con el Maestrazgo de la Orden alcantarina, que por ciertas habladurías y especias de injurias que habia proferido contra la real manceba doña Leonor de Guzmán, y que los parientes de esta, malmetieron y azuzaron grandemente al monarca perseguidor, que una vez tenido don Gonzalo por su antiguo protector, fue mandado degollar, sin que fueran parte a templar la colera del Rey los muchos e importantes servicios que le habia hecho.

Tambien acudió el Concejo, con su gente de armas, al XI de los Alfonso, en la campa contra Tarifa y memorable batalla del Salado en 1340, en el cerco de Algeciras en 1344, en el sitio de Gibraltar en 1349, donde la peste, la temible plaga que invadió al ejército, acabo con la vida del monarca.

En las guerras sostenida entre Aragón y Castilla en 1356, el cabildo cacerense propicio siempre a la causa de sus Reyes, envió a don Pedro el Justiciero con sus estimables mesnadas. Más tarde y con la misma fidelidad demostrada, ayudo en 1360 a don enrique de Trastamara, sucesor del anterior, en trono de Castilla, cuando don Fernando de Portugal, alegando su cualidad de biznieto de don Sancho el Bravo, trató de reivindicar por medio de las armas la corona castellana.

Las eróticas y trágicas disenciones de la familia real lusitana, dieron margen en 1382 a que don Juan I de Castilla entrase en son de conquista en Portugal, adonde y de orden suya, los siguieron el concejo y caballeros cacerenses.

Durante el reinado de Juan II, salieron otra vez las tropas cacereñas, a batallar contra los moros de Granada en 1442, al mando de Juan de Ovando, que se titulaba Capitan Mayor de Cáceres.

Ocupaba ya corona Castellana, doña Isabel I, cuando el Rey de Portugal, trató de apropiarse de ella, y sustituirla por su sobrina doña Juana la Beltraneja, hija del Rey don Enrique, con la que tenía concertado en matrimonio el de Portugal, entró este en Castilla, por Alburquerque en la primavera del del año 1475, y las tropas cacereñas al mando del Capitan Diego de Cáceres Ovando, lo lleva hostilizado todo el camino hasta Plasencia, matándole regular gente de armas  de la retaguardia, en la capital del jerte, el de Portugal contrae matrimonio con doña Juana la Beltraneja.

(Fuentes Floriano Cumbreño-Cáceres Villa)

(Fuentes Publio Hurtado-Ayuntamiento)

Agustin Díaz Fernández