HISTORIAS DE LA VILLA CACERENSE-VECINDARIO II XXVI

03.08.2022 10:33

                                                              HISTORIAS DE LA VILLA CACERENSE

                                                                             Vecindario (II)

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

En la entrega anterior veíamos como antes de la llegada de los Reyes Catolicos, ya estaba configuraba la ciudad, en su parte más histórica más o menos tal y como la conocemos hoy en día.

 El vecindario pues habia crecido, según consta en las ordenanzas que sus majestades los Reyes Catolicos dieron a esta Villa en 1479, al resolver las quejas de los judíos por razones de las contribuciones que el Concejo les imponía, y el vecindario subía hasta los dos mil, dos mil, nunca en toda su historia tras la conquista habia ascendido a tantos, más al poco volvía a pronunciarse el descenso, primero con la expulsión de los judíos, ya que la aljama cacereña era la más numerosa de Extremadura, según figuraba en el empadronamiento efectuado en tiempos de Juan II, y segundo con la marcha de la poblacion de muchos de sus vecinos hacia Nuevo Mundo, gobernantes como Fray Nicolas de Ovando y aventureros afortunados como Vasco Porcallo de Figueroa, García Holguín, Juan Cano de Saavedra, Francisco de Godoy, Lorenzo de Aldana, Francisco de Villalobos, Peralvarez Golfín, Francisco Hernández Girón, y otros muchos cacereños, que tras la estela de estos, partieron en persecución de la fortuna, dejaron sus tranquilos hogares en busca de aquellas riquezas tan anunciadas.

Y ¡pasó lo que pasó! Que de cien que partían, noventa nueve perecían, unos bajos la emponzoñadas flechas de los nativos, otros bajo los rigores del clima, algunos por las estrecheces y miserias y hambrunas, más ocurría que llegaba aquel que de los cien se salvaba, con doblones de oro de los que no podía con el peso, y se olvidaban los otros noventa y nueva que habían sucumbido, esto corría de boca en boca por la villa, haciéndose lenguas de la fortuna de tal que habia regresado, y servía en extremo de reclamo, con lo que la sangría  de la emigración seguía y seguía.

Pasó el tiempo, tanto como cincuenta años, medio siglo de nada, y vinieron a cubrir los sitios abandonados por los que emigraron a Nuevo Mundo, los moriscos que tocaron en el reparto de los seguidores del profeta, que de ellos hicieron el gobierno del Rey Felipe II, la primera remesa de ellos llego a nuestra Villa, allá por el año de 1570, siendo la segunda en 1585, esta ultima remesa debía de componerse de 150 moriscos, más sucedió que solo llegaron en la expedición 50 de ellos al mando del capitán Diego de Velasco, esto advertido por el Corregidor, y viendo que las listas que le entregaron estaban burdamente falsificadas, ordenó abrir investigación, y hasta proceso al dicho capitán, no habiendo el cronista encontrado el resultado de estas pesquisas, déjemelos pues, en otro misterio de los muchos que rodean la historia de Norba Caesarina, Hins Qazrix, Cáceres.

La mayoría de la morisma expatriados venían de Baza, Guadix, Benamaurel, Andarax  Cúllar, y se acomodaron pacíficamente, y por el ejemplar comportamiento de laboriosidad y honradez, que cuando en 1609 el monarca Felipe III, ordeno la expulsión de los seguidores del profeta, de los dominios españoles, el ayuntamiento cacerense, presentó ante el monarca pruebas de los perjuicios que tal expulsión iba a producirse para los intereses de la villa cacereña, sobre todo en la agricultura, localidad donde vivían pacífica y “cristianamente” eran los principales activos en las tareas agrícolas. El Rey pidió informes sobre esta cuestión, y tras consulta con el obispo de Coria Pedro García de Galarza, derogo el decreto, con respecto a los moros que Cáceres habia acogido.

Y se asentaron en la villa cacereña, y se mezclaron por matrimonios con loa cristianos viejos, y se convirtieron a la fe católica, y adoptaron los apellidos de sus padrinos, de sus patronos, de sus favorecedores, y hasta del cura que los bautizaba, dieron como resultado muchos Torres, Hernández Ávila, Gutierre, la Rosa, García, Ramos, aparte de los que ya existan de estos apellidos en el vecindario.

Pero llegaron las Guerras de la Independencia Portuguesa, y la de Sucesión al trono de España , y volvieron a correr malos tiempos para el crecimiento de los avecindados en la ciudad, dándose la extraña irregularidad, que cuando más empeñada estaba la contienda entre los dos reinos, mayor era el numero de Portugueses en la villa cacerense, tanto es así, que el ayuntamiento temiendo que en el supuesto de una aproximación del ejercito portugués a Cáceres, estos se alzasen en ayuda de sus compatriotas, mandó consultas al Concejo de Castilla, para orientarse de los que debía hacerse, el resultado de esta consulta fue que el Concejo de Castilla recomendó que los incorporarse en sus milicias, dándoles cabos castellanos, de esta manera se proponían hacerles saber que se tenia confianza en ellos, con el fin de correspondieran a esa confianza, obligándoles de esa forma a obrar con la corrección correspondiente. Esto se aprobó en sesiones del Concejo con fechas de 2 de abril y 4 de junio de 1641, y 3 de marzo de 1667.

Pero de siempre la industria de la ganadería, “pecuaria”, deparo al censo de la villa, muchos nombres, siendo como era el pastoreo el destino más provechoso que dio en todos los siglos de existencia a la provincia cacerense, a sus amplias dehesas bajaban a invernar los ganados de la cabaña leonesas, burgalesas y sorianas, y junto a ellas, rabadanes pastores y dueños, que asentaban provisionalmente sus viviendas en la villa cacereña, y muchos de ellos  establecían definitivamente, ya fuera por que se casaran con hembras del país, ya fuera porque los intereses así se lo reclamaban, o hasta puede que fuera por la bondad del clima, si lo comparaban con el de sus lugares de origen. Grande en numero tuvo que ser el contingente ganadero, si tenemos en cuenta que en el termino cacereño se contaba en 339 en número de las dehesas y que casi en su totalidad era aprovechadas por los serranos.

Más entramos ya en el siglo XVIII, y el caserío aumentó bastante, y nos encontramos con que el Presbítero Francisco de Luna, construyó el barrio de casas que lleva su apellido, el comerciante Busquets, edifico el que  tambien lleva su nombre, el Ganadero Vicente Marrón, el barrio que tambien se conoce por su apellido,  a finales del siglo XVIII José García Carrasco edificó el barrio de casas y calle de Carrasco, esta barriada partía de Camino Llano, ya no queda nada de esto, ya en la treintena del siglo XIX, una ganadera, carnicera, tabernera y según cuenta el cronista muy patriota, llama Teresa Berrocal, edifico el barrio llamado de la Berrocala, y los mercadores Calaff , la agrupación de casas tambien así conocidos, el veterinario Antonio Cotallo, las Casas de Cotallo, y un poco después una sociedad creada para la ocasión, construyeron el barrio Ceres, casi a la par que las calles Trujillo y Canterias.

De nuevo se incrementa el numero de vecinos en la población, con la instalación en la cercanías de la villa cacerense, de las minas de fosfato en el año de 1864, y que esa industria fraguó a su alrededor entre los año de 1875-1880, la barriada de viviendas, denominadas de Aldea Moret, y siguiendo el crecimiento de la poblacion con la implantación de la industria corcho-taponera, más, y según nos cuenta el cronista, esto dio pie al reclamo de gentes forastera, mucha gente levantisca, y maleantes, que hicieron perder al antiguo vecindario su condición de sumisos, pacíficos y bondadosos.

Pero no queda hay la cosa, atentos que llega la burocracia, y esta si que fue un aumento del caudal de habitantes considerable, y es que desde que se comenzó a desenvolver los asuntos burocráticos, tras la muerte de Fernando VII, maquinaria cada vez más y más complicada, empezaron a caer sobre Cáceres, como ataque de marabunta, los empleados públicos, que convirtieron en hormigueros humanos las oficinas del estado, a raíz de esto sucedió que el radio urbano se prolongó.

Durante el siglo XVIII, la poblacion de la villa cacerense oscilaba entre los 1500 y 1700 vecinos, lo que equivale a unas 7000 personas, y que en 1850 contaba con 121 calles, y 6400 moradores, en el año de 1900 habia subido a 138 calles con 2061 viviendas y 16933 habitantes, y ya en 1914, contaba con 144 calles y plazuelas, siendo 2250 edificios y 18085 vecinos.

Lo demás ya lo tiene Vds. a la vista, barrios nuevos, nuevas calles, nuevos vecinos porque la vida continua, Saludos.

(Fuentes Floriano Cumbreño-Historia)

(Publio Hurtado-Ayuntamiento)

Agustin Díaz Fernández