HISTORIAS DE LA VILLA DE CÁCERES-GUTIERRE DE SOTOMAYOR (VIII)
HISTORIAS DE LA VILLA DE CÁCERES
GUTIERREZ DE SOTOMAYOR
MAESTRE DE ALCÁNTARA (VIII)
LA GRAN VICTORIA (1445)
Crónica desde la calle Cuba de mi llopis Ivorra
En el capítulo anterior, habíamos dejado al Maestre Sotomayor celebrando la victoria obtenido contra el Infante Enrique, y recibiendo loas del monarca don Juan II hacia su persona.
Mientras don Gutiérre de Sotomayor, festejaba, la política iba centrándose hacia don Álvaro de Luna, su confederación con el príncipe era ya pública, fue en vano que los rebeldes, queriendo asegurar al Rey, lo trasladaron de Tordesillas a Portillo, el cambio total no tardo en producirse, pronto estuvo el Condestable junto a Juan II, viéndose obligado el monarca navarro a retirarse a su reino, otra vez don Álvaro de Luna, iba a regir la maltrecha nave del gobierno,.
El problema de castilla, entraba en una fase decisiva, los dos bandos, el Condestable y el de los Infantes, habían llegado al convencimiento de que era preciso confiar a las armas la resolución de sus encontrados intereses, volvieron a soplar vientos de guerra, comenzaron os aprestos de guerras y el alistamiento de gentes. Avisado don Gutiérre de Sotomayor, de las marchas de los asuntos volvió a Extremadura a fines de 1444, satisfecho de su victoriosa campaña Andaluza. Desde Zalamea de la Serena fue a Guadalupe, ya en 1445, la famosa por el histórico monasterio en el que se venera a una de las vírgenes de mas universal devoción, allí se entrevistó con el Rey, quien en premio a sus méritos, el 7 de abril, le hizo merced del Señorío de la Puebla de Alcocer, con facultad para fundar Mayorazgo sobre esta villa y la de Gahete e Hinojosa, que ya poseía, a favor de su primogénito don Alonso de Sotomayor, ya que don Gutiérre de Sotomayor a pesar de estar soltero y ligado al voto de castidad , tenía hijos,
Desde Guadalupe, en espera del aviso de incorporación a las tropas reales y para hacer los preparativos bélicos se vino a Alcántara, había recibido de don Álvaro de Luna, el aviso de su incorporación. El Rey de Navarra y su hermano don Enrique, habían avanzado desde Aragón, al frente de fuerte y bien lucido ejército, el monarca don Juan II, su hijo el Principié de Asturias y el Condestable don Álvaro de Luna fueron a su encuentro, Aragoneses y Castellanos estaban frente a frente en Olmedo, formadas las líneas en el campo de batalla a comienzo de la segunda decena de Mayo, los primeros ocuparon la Villa, los segundos pusieron su centro de mando a menos de una legua de ella, la clave del problema planteado era la venida del Maestre Gutiérre de Sotomayor, sin su refuerzo, no podían presentar batalla, para ganar tiempo, se iniciaron conversaciones y tratos, embajadas llevadas con tino por el Obispo de Cuenca, Lope, logrando entretener al enemigo durante siete días, al cabo de ellos llego el Maestre de Alcántara con seiscientos de a caballo, trescientos hombres de armas, y trescientos jinetes. Muy en punto armados y aderezaos para la guerra.
Su llegada hizo cambiar la situación, es este un hecho que recogen sin discrepancias todos los cronistas, Digo de Valera dice que con su presencia creció el orgullo del Rey de Castilla, Fernán Gómez, anota el cese de los tratos y la alegría del Condestable, la crónica del Rey, habla de los orgullos que se sintió don Álvaro, Caro Torres resalta el ánimo Conrado por don Juan II, son voces que recogen a coro en la antiguas páginas, la satisfacción de los del bando Castellano. Con la llegada del Maestre, ya se podía dar la batalla, y se dio, aunque inesperadamente, una salida del Príncipe de Asturias, atrajo tras él buen número de gente de Olmedo, teniendo a causa de ello que movilizarse el ejército real, apenas quedaban dos horas de sol de aquella tarde de 19 de mayo de 1445.
Don Gutiérre, tan esperado y decisivo, se dispuso a cosechar los vistosos laureles guerreros de una batalla histórica, nota que complementaria su acusada personalidad y sus triunfos de Córdoba y Sevilla, sin esta pincelada victoriosa, su silueta hubiera quedado disminuida, con ella el cuadro de gran figura nacional estaba completo. Fieles al detalle de aquella época, todos los caballeros fueron al combate magníficamente engalanados, luciendo soberbias joyas y armaduras limpias en las que resplandecía el sol, en el ejército Aragonés, formaron unos dos mil quinientos a caballo, en el bando del Rey había unos dos mil setecientos jinetes y dos m ikl infantes, la escasa superioridad numérica, pero superioridad al fin, era la debida aportación del Maestre.
El Condestable avanzó en vanguardia, con ochocientos hombres escogidos, quedando frente a las tropas del Infante don Enrique, del almirante y del Conde de Benavente, a la derecha, como refuerzo, tenía el Conde de Alba y a don Iñigo López de Mendoza, en el ala izquierda iban las tropas del Príncipe de Asturias, mandada por su favorito don Juan Pacheco, luego Marques de Villena, teniendo a su lado como base fundamental de protección a Gutiérre de Sotomayor , frente a ellos se situaron el Rey de Navarra y el Conde de Castro, la retaguardia quedó a cargo del Monarca castellano, al que acompañaban los Conde de Haro y de Ribadeo.
Reservándose el mando supremo de todas las fuerzas, don Gutiérre las dividió n seis unidades, poniendo al frente de casa una de ellas a los caballeros Alcantarinos, don Juan de Sotomayor, don Alonso de Vera, don Pedro de Cifontes, don Pedro de Cárdenas, don Juan de Osorio y don Miguel de Carvajal. Iniciado el combate, el Maestre de Alcántara, al frente de cuatrocientas lanzas, arremetió impetuoso contra el enemigo, su figura tuvo autentico relieve histórico desde los primeros instantes, con acierto estratégico, jugaba los resortes del enemigo, moviendo en agiles avances su caballería ligera, utilizando en las resistencias a los hombres de armas, los caballos pesados, la lucha dura y sangrienta se prolongó hasta cerrar la noche.
Su actuación, fue infatigable, moviéndose con valor y eficacia decisiva, cuenta el cronista: Peleando el Infante don enrique con el condestable, y trayéndose ya a mal andar y casi torta su gente, hirió por un lado en la batalla del Infante el Maestre de Alcántara, y fueron los suyos los rotos, y allí fue herido el Infante en la mano izquierda. Las crónicas del Rey, cuentan que cuando aún estaba dudosa la batalla, resulto eficacísimo el Maestre de Alcántara. Los castellanos triunfaron rotunamente, entre los muertos en el campo y los fallecidos después, el ejército enemigo, perdió más de doscientos treinta y siete hombres siendo elevado el número de heridos y prisioneros.
La batalla de Olmedo, final de duelo entre Aragón y Castilla, abrió una nueva era de independencia del Rey, el día después de la victoria, parieron correos a esparcir por todo el reino la buena nueva, completada luego con la desaparición del molesto y enredador del Infante don Enrique, que tanto ruido había dado, el cual falleció a resultas de la herida, que recibiera en la batalla, fue aquel un mal año para los Principies de Aragón , el regio clan , ya mermado con las muertes de don Sancho y don Pedro , perdió en 1445 al citado don enrique y a las reinas de Castilla y de Portugal, fallecidas poco antes, de los siete hijos de don Fernando de Antequera, ya solo quedaban dos, los reyes de Aragón y de Navarra.
Don Juan II, para perpetuar el memorable suceso, ordeno erigir una iglesia en el lugar de la batalla, el Maestre Gutiérre de Sotomayor, también quiso perpetuarlo en un fresco en la ermita de Nuestra Señora de Gracia, patrona de Belacalzar, apareciendo allí pintado ante el rey, que le dice estas palabras: Si non fuera por vos, Maestre don Gutiérre, non fuéramos nos Rey de Castilla e de León –
(Fuente Miguel Muñoz de San Pedro-Tres Paladines)
Agustín Díaz