LA VISITA

26.10.2023 13:18

        LA VISITA

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

La mirada de ojos tristes, acuosos, pérdida, ausente, hasta que de repente fija la atención en su alrededor y  una sonrisa le ilumina el rostro, y entonces la mirada va pasando de a medias perdida a medias encontrada, un rostro apenas arrugado pese al tiempo transcurrido por sus muchos años, cuando ya de vuelta  de donde quiera que haya estado la sonrisa se vuelve alegre, abierta, franca de reconocimiento, no del todo, lo justo para vislumbrar una cara conocida, amiga, hasta que de pronto la compresión llega a ser completa y te ubica la cara con el nombre y el parentesco, sentada en si silla de ruedas porque aunque sus piernas le dicen que pueden andar, el cerebro le ordena lo contrario, así pasa los días unos mejor que otros, esperando las visitas que a los dos minutos de llegar está deseando se vayan, para recluirse en el rincón del cerebro donde tiene su vida, sus recuerdos su mundo y su hambre, mucha hambre.

Me cuenta , como si saliera y entrara en la niebla, con calma pausada para coger el hilo de la historia de sus recuerdos, los de antes los de ahora los d oda una vida vivida con sencillez, vivida como pudo o como la dejaron vivirla, pendiente de que a las 11 en punto tiene que dar paso al tren de pasajeros procedente de Mérida hacia Madrid, y que a las cuatro pasa el procedente de Valencia d Alcántara de la ruta Madrid-Lisboa, teniendo en cuenta que en el ínterin hay que llevar a vía muerta al mercancías proveniente de las minas de pirita de Aldea Moret, para dejar paso franco al tren coche camas, con destino a Barcelona proveniente de Portugal, que estoy muy delgado me dice de pronto que deje el deporte que ya está bien de adelgazar que coma que el pasar hambre es  malo muy malo y me pregunta por los míos que también son los suyos, de golpe vuelve a estar ausente, de esas ausencias que entristecen al interlocutor, poco a poco vuelve al reconocimiento y a fijarse en la ropa y aspecto y a que no adelgace más, esta chaqueta es buena y te tiene que abrigar mucho, y es que ella siempre fue muy coqueta y muy de sus cosas, y ahora solo piensa en el hambre, su hambre.

 

Recuerda que en su niñez apenas emprendida, la atropello una guerra, una maldita guerra en la que ella , una niña e apenas seis años llevo las e perder, sin darse cuenta de que las de perder la llevaron todos los españoles, por qu esa maldita guerra se llevó por delante varias generaciones de lo mejorcito que había parido ese país, aquella puta guerra que perdimos todos, los que las ganaron, los que las perdieron y los que somos de generaciones posteriores, en aquella España hostil hasta para los propios golpistas que invadieron de miedos, miserias y sembraron de hambre mucha hambre al pais, para tratar asesinar a los que no pudieron hacerlos en  tiempos de guerra, hambre que ella no llegó a pasar por que todo esto la pilló de paso, como los trenes que pasaban por la estación de ferrocarril donde su padre era el jefe, con huerto y gallinas y algún cerdo de engorde para saciar las bocas que cada año aumentaban en la mesa comedor, en esa estación nació y se crió, y que solamente  salió cuando le toco decir el sí quiero, y ya solo volvía de visitas de tarde en tarde, pico tiempo , que al poco la familia subieron al tren para salir de allí, pero estos a quitarse el pelo de dehesa a tierra extraña y fue Cataluña los que los acogió con los brazo abiertos, y no ella no pasó hambre física el hambre que pasó fue el de la incultura nacional.

 

 

Recuera que el 25 de enero de 1.938 un fenómeno ilumino el cielo de la casilla de la estación de Valduerna donde vivía, parecía el fin del mundo, presagio de tragedias que les encogió el alma, creyendo que iba a morir, ¡que mayor tragedia que esa guerra fratricida que estaba inmersa España donde una mitad se empeñaban en asesinar r a la otra mitad, en realidad este fenómeno fue una Aurora Boreal descomunal que se dejó ver en toda Europa sin saber a qué se debió aquel suceso extraordinario. Me dice que tiene hambre que bajemos a la cafetería a desayunar, en realidad acaba de terminar su desayuno con buen apetito, mientras trajina su café descafeinado con una tostada, de pronto mira y sonríe y nos relata algún refrán que e esos sabe muchos o algún chascarrillo, quejándose de lo m al de que le dan de comer en la residencia, se acuerda de pronto de aquellos convoyes militares que pasaban a diario por la estación con vía libre y al verlos le tiraban cajas de comida, cajas que jamás abrieron no fuera a ser que estuviera la comida envenenada que corrían a enterrarla aunque les apetecía y mucho echar algún bocado extra al estómago, y vuelta a encerrarse en  mundo de su cerebro, en el laberinto de su mente sin que jamás tuviera una Ariadna que le echase un hilo para sacarla del laberinto como ella hizo con su amante Teseo, otra vez vuelven los recuerdos de su niñez allá en la casilla, de cómo iba a lavar la ropa al rio o las tripas del cerdo cuando la matanza para luego llenarla del chorizo, de la patatera de lomos, de morcillas, y como la mandaban al cuidado de la poyada para que no se las llevara el milano, también recuerda como adivinaba cuando iba a aumentar la familia por qué días antes su madre señora sin señorío ordenaba enjalbegar la casa y encalar la fachada así hasta diez veces al menos, me cuenta como ya de moza acudían a ella las gentes de los caseríos cercanos cuando se magullaban o por torceduras de extremidades a buscar composturas en sus manos, que siempre tuvo arte para curar ya que su vocación e ilusión  de toda la vida era ser enfermera, vocación frustrada por circunstancias de la vida y de la época y porque su señora madre mandaba mucho.

 

 Recuerda que ya de mocita tuvo un noviete que hacia el viaje Mérida-Madrid con mucha frecuencia y que se apeaba en la estación el tiempo de parada obligada hasta obtener  vía libre, y se enamoraron y como se rompió el noviajo por que la madre del chico le regalo una caja de pañuelos que suele ser de mal agüero y no sería la primera que le pasaba, también acuden a su mente lo días festivos y domingos de cómo se tenía que quedar a cuidar de los hermanos pequeños mientras que las hermanas menores pero más espabiladas corrían al baile, y más refranes y chascarrillos con una sonrisa luminosa en la cara, me dice que su vida ha sido un camino de espinas donde  jamás floreció rosa, y eso a pesar de sus tres hijos y un marido hace muchos años ausente  pero siempre recordado y que sencillamente fue un buen hombre que ya es decir, producto d una depresión severa jamás tratada en los años que se podía y ahora ya dejada de tratar porque se le fue la edad, vuelve a preguntar por los míos que también son los suyos y vuelve a decirme que no adelgace más que coma , para volver a sumergirse en sus pensamientos.

De vuelta d su viaje a ninguna parte, dice que la subamos al comedor que ya es la hora de la comida que tiene hambre pero que antes miremos a carta del menú , la paella sí, pero la merluza de segundo no llega nunca llega dice, allí la dejamos en su sitio de costumbre en el comedor comunal no sin antes repetirnos por enésima vez que volvamos, que los días son muy largos y tristes en soledad, una sonrisa le llena la cara en el momento del beso de despedida  para volver al estado de usencias, de mirada perdida de ojos acuosos y tristes en su rostro apenas sin arrugas a pesar del tiempo, hasta la próxima visita dejamos a Angelita con su poquito d alzhéimer y su hambre mucha hambre, porque mi Llopis Ivorra los domingo sale a la visita.

 

Agustin Diaz Fernández