APELLIDOS DE LA VILLA CACERENSE-CARVAJAL I

28.04.2021 11:04

      VECINOS ILUSTRES DE LA VILLA CACERENSE (IV)

La familia Carvajal.  (I)

Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra

Familia de las más ilustres, no ya de Extremadura, ni aun de toda España, sino de la América Latina, la necesidad de la aventura, hizo que se allegase varias ramas de esta familia, pocas de estas ilustres familias, cuyos orígenes sean más inciertos, como tambien lo son los hechos llevados a cabo por sus vástagos en las revueltas sociales en los pasados siglos.

Hay genealogistas quien data el progenitor de esta familia, a uno de los caballeros que auxiliaron a don Pelayo en la heroica epopeya reconquistadora, quien tomo su apellido de Carvallal, o monte de robles que habia en el sitio donde se libró la primera batalla, llamados carvallos cunado son pequeños. Otros lo creen hijo natural del Rey Fruela II el Cruel, habido con una señora llamada doña Acenare. Y otros atribuyen su progenitor a un tal don Gonzalo, hijo ilegitimo del Rey don Bermudo II de León.

Tambien existe la misma disparidad de opiniones, respecto al lugar en el que estuvo asentado en la antigüedad su solar, los unos lo emplazan muy cerca de Covadonga, en el sitio denominado Val de Carvajal, los otros a una legua por encima de León, en Santa Maria de Carvajal, y los del medio, lo colocan por bajo de la capital leonesa, entre Valencia y Valderas, en un lugar llamado Carvajal de los Valientes, por haberlo rescatado esta familia del poder del moro, con grandes alardes de fuerza y tesón.

Antes del siglo XIV, las crónicas hispanas no los mencionan, pero al comienzo del siglo, un suceso que tuvo algo de justiciero, terrible, novelero y mucho de misterio y enigmático, hizo que se repitiera este apellido en los círculos palaciegos, y que los cronistas se ocupan de él, sirviendo a los noveladores, romances, y tonadillas del pueblo.

El día 8 de agosto de 1312, en pueblo de Martos, y según cuenta la tradición,  presencio con horror el suplicio a que el Rey don Fernando IV de Castilla, habia condenado a dos caballeros llamados don Pedro y don Diego alonso de Carvajal, por causas no muy determinadas para la gente del común, pero que estas causas debían de ser enorme, cuando se les daba ta desusada muerte, el Rey, rodeado de sus cortesanos y capitanes habían acudido a contemplar el suplicio, y quedaron complacidos a la vista de todos, en ver como los dos sentenciados subían a un peñón tajado de extraordinaria altura, y desde la cual, atados de pies y manos por el verdugo, eran lanzados al abismo, rebotando y destrozándose sus cuerpos en la caída hasta llegar al fondo. 

Uno de ellos, fue a caer n muy lejos del sitio en que el Rey, montado a caballo se encontraba, e incorporándose trabajosamente con la cabeza cruelmente magullada y bañada en sangre, emplazó a don Fernando, para que de allí a treinta días. Pareciese al juicio con ellos ante Dios, sobre la muerte que les habia mandado dar con entuertos.

Y el Rey, al cumplirse el plazo de treinta días fijado por el de Carvajal, encontrándose en Jaén, bueno y sano, se acostó a siesta después de haber comido y al no levantarse después de dos horas, entraron en su cámara y se lo encontraron muerto. De dónde le viene el sobrenombre de el “Emplazado” con el que le conocería la posteridad.

El delito de los Carvajales:

Se tiene como cosa cierta, que morando los Carvajales en Valencia de Campos (León), que más tarde sería conocida como Valencia de don Juan, y que capitaneaban uno de los dos bandos  concejiles que solía haber en casi todas las localidades, bandos que su finalidad era la de mangonear y preponderar en los concejos, que por el entonces, tenían mucho de que poder utilizarse en beneficio propio o en el de parientes y paniaguados, era el caciquismo del día, pero bajo otra forma y procedimiento, aunque con los mismo fines.

Del bando contrario a los Carvajales, eran los caballeros de Benavides, con solar en la misma villa de Valencia, y como la enemiga, entre unos y otros partidarios no parecía tener solución, heredándose de ordinario de padres e hijos, rara era la ocasión en que afrontándose unos y otros no surgiese un lance a mano armada, cierto día y en presencia del Rey don Fernando IV, se retaron Carvajales y Benavides. Según unos cronistas el reto medio entre Pedro de Carvajal y Pedro Burón de Benavides, solamente, y parece que esto sea lo más probable, otros aseguran que los retadores fueron los hermanos Pedro y Diego de Carvajal contra Burón y un hijo de este, como quiera que fuere, el desafío se llevó a cabo a la salida de una de las puertas de Valladolid, y que venciendo los Carvajales, fuese de una manera o de otra, ambos cortaron las cabezas de sus contrarios, lo que afecto en gran manera al monarca.

La historia siguió su curso, habían pasado algunos años, era favorito del Rey, Juan Alonso de Benavides, que algunos tienen por hijo de Pedro Burón, y dada la influencia con el Rey don Fernando, era notoria a todos los magnates, Pedro de Carvajal, el más culpado de los dos hermanos, tal vez por ser el que lidió con Burón, se expatrio de los reinos de Castilla, buscando refugio en el reino moro de Granada.

Cierta noche, saliendo el Valido del palacio real en Palencia, fue asaltado de improvisto por alguien que lo aguadaba al acecho y muerto a puñaladas, nadie vio a los asesinos, nadie vio lo que pasó, nadie escucha nada, pero todos dieron por bueno que los asesinos habían sido sus enemigos, los Carvajales.

Si, cundió la sospecha, y el Rey de carácter muy mudable, según don Rodrigo, obispo de Plasencia a la sazón, crédulo y manejable, según los cronistas de la época, dio crédito a lo que solo era un chascarrillo, una simple sospecha, se la tenía guardadas a los hermanos.

Ya olvidada por todos la muerte de los Benavides, menos por el Rey, bajó pasado el tiempo a Andalucía, allí supo del paradero de Pedro de Carvajal, con disimulo de sus propósitos, ordenó a Diego Alonso (lo que le demuestra la inocencia de este), que hiciese venir a su hermano, para que tornarse a la pleitesía de su señor natural y bajo real seguro, y Pedro vino, confiando en él, y así que estuvo al alcance del Rey lo hizo preso, y como Diego Alonso de Carvajal, se quejase de tal acción, “ mandó  tomasen algunas fuerzas que tenía, y como no las quería entregar, los mando degollar a los dos hermanos”.

Unos cronistas hablan de degüello, otros de despeñados, la muerte que el Rey dio a los Carvajales, y lo cierto es que por haber sido esta tan notoria, no debería haber divergentes narraciones, la fuente del Rey, habla de degollados, el romance y el cancionero popular hablan de despeñados, y hay quien cuenta que primero fueron degollados y después despeñados.

Cuenta el cronista que la treta de que el Rey se valió para apresar a Pedro de Carvajal, fue ideada por el camarero Benavides, otro miembro de la familia, que de muy propicia del soberano.

Tambien cuenta la crónica, la aparición de una supuesta hermana del favorito, de nombre Inés, querida del monarca don Fernando, amada a la vez por uno de los Carvajales, dando este punto a celos por parte del Rey, y enojo del caballero Benavides, procurando evitar por todas las formas imaginables, que su hermana por su conducta de indiscreción, perdiera el favor del Rey.

La historia o la fábula, todo el relato del delito cometido por los Carvajales, se mueven de una a la otra, novela, creación fantástica, ralidad…

(Fuente Publio Hurtado-ayuntamiento y Familia)

El historiador añadió, que, muerto el Rey al cumplirse el plazo de los treinta días, muchos vecinos de Valencia de don Juan, corrieron a casa de Diego Alonso de Carvajal, y la derrocaron, matando a varios de los criados que en ella habia, y que uno de estos criados aprovechando el tumulto, sacó furtivamente del edifico a dos de los hijos pequeños del caballero despeñado, llamados Sancho y Leonor, huyendo con ellos  a Francia, donde permaneció hasta que andando el tiempo y siendo mayor de edad el Rey Alonso XI, hijo de “el Emplazado” un fraile dominico aconsejó a este, que mandase a buscar a los emigrados, ya que sus padres sirvieron y bien a sus reyes, y les devolviere la gran hacienda que se les habían confiscado sin motivos, cosa que el monarca hizo, dándoles grandes heredamientos en Plasencia, Cáceres, Trujillo y Medellin.

Agustin Díaz